Es frecuente escuchar en las conversaciones cotidianas de los ecuatorianos -en las reuniones sociales, en las tertulias familiares, en las oficinas, en los centros deportivos y de recreación o en los encuentros ocasionales en la calle-, después de lamentar los últimos acontecimientos, condenar los atropellos gubernamentales y dolerse por la actual situación del país, una frase que, por generalizada y superficial, es falsa e injusta: ‘nadie dice nada…’ La he oído muchas veces. Ese ‘no decir nada’ significa evidentemente una crítica, un reclamo y la velada exigencia de que alguien -nunca se precisa quién- ‘diga algo’, recoja las inquietudes de los ciudadanos y las exprese sin tapujos, con claridad y libertad.
Pues bien: esa necesidad de ‘decir algo’, de que se analicen y comenten los acontecimientos públicos, de que se critiquen los desaciertos gubernamentales, de que se pida rendición de cuentas y que se investiguen los actos de corrupción que han sido denunciados, es una de las tareas fundamentales, obligatoria e ineludible, de los medios de comunicación social. De la prensa -para repetir la cantaleta manipuladora y cínica del oficialismo- ‘mentirosa y corrupta’. Los ciudadanos que reclaman porque ‘nadie dice nada’, que exigen que otros digan lo que quisieran decir y que callan por miedo o por comodidad, deberían respaldar su labor y comprender que no hay -no puede haber- una sociedad libre sin una prensa independiente y libre.
Es una frase -he dicho- falsa e injusta. Falsa, porque hay ecuatorianos que, sin concesiones, han hecho conocer su verdad y su visión de los acontecimientos. E injusta para quienes, ejerciendo su derecho y asumiendo su obligación, aún arriesgando su seguridad personal y la tranquilidad de sus familias, precisamente por ‘decir algo’, han sido reprimidos. ¿Por qué no continúan en la televisión Carlos Vera y Jorge Ortiz? ¿Acaso porque callaron? ¿Por qué han sido ‘enjuiciados’ Juan Carlos Calderón y Christian Zurita, los autores de ‘El Gran Hermano’? ¿Acaso porque tuvieron miedo? ¿Por qué está en el exilio -un verdadero exilio político- Emilio Palacio? ¿Acaso porque se sometió al poder?
Esa frase falsa e injusta, repetida hasta el cansancio, hasta ser convertida en un lugar común, debería hacernos reflexionar. Todos los ecuatorianos, desde nuestras particulares circunstancias personales, aceptando nuestra responsabilidad ante nosotros mismos y ante el país, abandonando nuestra comodidad, trascendiendo a nuestros pequeños intereses y superando nuestra indiferencia o cobardía, en lugar de reclamar porque los demás no ‘dicen algo’, deberíamos expresar, sin débiles cautelas y temores, nuestra verdad, como una de las formas de condenar la dictadura y de apoyar la creación, en un esfuerzo conjunto y solidario, de una real y genuina democracia.