Muchas presiones simultáneas están exigiendo cambios demostrando las inconformidades acumuladas de una generación con aspiraciones disímiles a la realidad que vive; pero las instituciones, gobiernos, políticos, empresas, e incluso la sociedad civil, no tienen la visión ni la agilidad para adaptarse oportunamente.
Algunas evidencias: exigencias de mayores libertades y nivel de participación política en países del Oriente Medio, empezando por las revoluciones en Egipto, Yemen, hasta la guerra civil en Libia.
La situación en países europeos enfrentados a una situación económica divergente. Alemania cada vez más reacia a financiar los problemas estructurales de países como Grecia, Portugal o España, que no han adaptado sus gastos y beneficios sociales a su real capacidad. Millones de personas consideran que el real problema no está en los beneficios de la economía del bienestar, sino en los efectos del salvataje de los bancos en la crisis financiera del 2008 que aún no está controlada. Mientras, el 40% de los jóvenes españoles no consiguen trabajo.
Los disturbios juveniles de agosto en Inglaterra son otra evidencia de jóvenes inconformes, esta vez con la justicia y acceso a oportunidades, aumentando la repercusión por los efectos de las nuevas tecnologías de las redes sociales.
La continua narcoviolencia en México refleja las consecuencias de una guerra sin pronóstico de corto plazo, que cansa y desgasta e imprimen miedo, pesimismo e indignación.
La irrupción de los estudiantes en Chile, que ha hecho tambalear a todo un sistema político demandando el fin del lucro en la educación y el comienzo de una educación de calidad igualitaria.
La aspiración de mayor seguridad ciudadana y/o libertad de expresión en algunos países latinoamericanos como Venezuela, Ecuador y Argentina .
La polarización política en los EE.UU., fundamentalmente por la ambición de los republicanos de recuperar el poder y el desencanto con el actual Gobierno por el alto desempleo, lo que más de una vez ha puesto en riesgo el funcionamiento del país y la posibilidad de una nueva recesión.
El crecimiento de los países emergentes ha dado paso a la inflación, limitando el crecimiento y sin alejar los miedos de una brusca recesión global más profunda que la del 2009. China, India y Brasil han iniciado políticas monetarias contractivas y limitado gasto para reducir los temores y darle sustentabilidad a su creciente influencia global.
Estas presiones están postergando acciones más concretas para contener el calentamiento global que pocos años atrás se definía como el principal desafío de la humanidad, aún pendiente.
Son las presiones sociales las que generan cambios cuando no hay líderes visionarios. No necesariamente debería ser así.