Algo está pasando en Cuba. A raíz de la muerte de Orlando Zapata, un preso político que falleció el pasado febrero tras 85 días en huelga de hambre, y de la que mantuvo hasta hace poco el célebre disidente Guillermo Fariñas, el Régimen cubano se ha encontrado bajo una inusual presión política y diplomática por el nada novedoso tema de las libertades individuales y los derechos humanos en la isla.
Ante la andanada de críticas en los medios de comunicación internacionales, el ruido que han provocado los huelguistas de hambre y las Damas de Blanco, sumado al activismo valiente de los disidentes presos y/o en relativa libertad, el gobierno de Raúl Castro se vio obligado a abrir una pequeña compuerta para relajar la presión que se le vino encima y es la consecuencia de una prolongada política represiva que La Habana cree necesaria para “mantener vivos los ideales de la revolución’”.
No faltará quien diga, con algo de razón, que las libertades de que carecen los cubanos son secundarias, pues la primerísima libertad es la ausencia del hambre, de la necesidad, de la pobreza y la marginación. Y es cierto, la revolución cubana logró liberar a muchos de sus habitantes de condiciones de vida deplorables, cierto también es que muchos millones de latinoamericanos, de mexicanos para no ir más lejos, quisieran gozar de lo que los clasemedieros y ricos de la región llaman las “carencias” en Cuba. Cómo negar que el racionamiento y la escasez son deplorables, pero sólo para quien alguna vez ha tenido algo mejor, y que las muy publicitadas oleadas de refugiados cubanos hacia EE.UU. palidecen frente a las auténticas marejadas de mexicanos y centroamericanos que huyen en masa hacia el país del norte empujados, no por la ilusión de la libertad y la democracia, sino por la mucho más básica y elemental del hambre y la miseria.
Sin embargo, nada justifica, creo yo, que un sistema que ha logrado acabar con las carencias y necesidades más urgentes se quede en eso y pretenda que sus ciudadanos se puedan conformar con estar (mal) comidos, (mal) vestidos y sufriendo todas las tribulaciones que impone una economía centralizada que por las más variadas razones, desde el bloqueo estadounidense hasta la ineficacia propia, y que pesan como losas sobre la cabeza de una población educada y en buen estado de salud. Es cierto también que las libertades y la democracia no se comen y no cobijan en las noches frías, pero indudablemente el Régimen cubano ha dejado pasar una y otra vez oportunidades para relajar, así sea ligeramente, la mano férrea con la que ha gobernado durante décadas, siempre bajo el pretexto de defenderse de la agresión imperialista, de los enemigos de la revolución o de cualquier otro fantasma que se le aparezca a sus otoñales dirigentes.