La muerte cruzada se quedó con los churos hechos. Todo indicaba que el país se encaminaba hacia allá. La realidad evidenció que cualquier propuesta presidencial sería bloqueada por los honorables. La Asamblea, además, rodaba por los suelos. Apenas 5.3% cree en su palabra… Condiciones ideales para esta muerte esquiva. Pero no.
El archivo de la Ley de Inversiones fue el detonante. El Presidente reventó los hilos con la Asamblea con denuncias de corrupción. Desde la lógica, si la Asamblea es un nido de corruptos, lo que correspondía era su disolución… Triunfó –con resistencias- el entierro de la muerte cruzada en el Ejecutivo. Su sustento: estabilidad, compromisos adquiridos, debilidad en las elecciones. La ansiada muerte nunca fue opción. Solo amenaza y chantaje. Corresponde entonces matar a la muerte. Para qué llorar por la leche derramada.
La alternativa presidencial -gobernar sin la Asamblea, ignorarla porque le animan otros sueños- luce ingenua o engañosa. El ordenamiento constitucional que tenemos, no permite excluir una función vital, por torpe o tóxica que sea. Estamos condenados a caminar juntos. Gobernar por decretos-ley y reglamentos da un margen interesante pero limitado de poder. Tarde o temprano las políticas y presupuestos pasan por la Asamblea. El desafío no es prescindir sino enfrentar con iniciativa y estrategias creativas… Ni contigo ni sin ti.
La Asamblea apenas tambaleó. Sigue viva y activa. No asimila el golpe ni reconoce ni enmienda. Ahora se baja a la señora Llori sostenida por el bloque gobiernista. Con su caída se actualiza el peligro del año… asalto al Consejo de Participación y desde ahí al control total: Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, Judicatura…
Se abre -con el nuevo Ministro- una fase inquietante de negociaciones. Es imperativo no tranzar con la impunidad. No se avisora paz ni gobernabilidad; el conflicto es nuestro sino. Ojalá esta vez se ponga en el centro a los ciudadanos y no a los clanes de poder. Los dramas siniestros no aportan.