El país vive al límite. En vértigo. Mientras la mayoría de la gente trata de superar los estragos de la crisis fementida que causó el despilfarro del anterior gobierno, el actual no atina a trazar un rumbo de certezas pese a demostraciones manifiestas de querer corregir el rumbo.
La justicia actúa lenta frente a la catarata de denuncias de casos de corrupción. El episodio de la fuga de Fernando Alvarado burlando las precarias seguridades del grillete causa varios estragos.
En primer lugar se trata de una bofetada del ex funcionario, que afronta diversas indagaciones y eventuales juicios. Pero además deja una vez más en peor predicamento al Gobierno anterior.
Con un ex vicepresidente en la cárcel de máxima seguridad que el propio Gobierno pasado construyó, con varios ministros prófugos y encausados y un ex presidente que no da la cara para declarar cuando la justicia lo requiere y que prefiere vivir en Bélgica, la cosa no está para hacer fiestas de cumpleaños con mariachis ni proclamas desafiantes de una revolución fallida.
El ejército de guerreros digitales se ensaña contra el Presidente. Los cuestionados ex ministros y cabezas visibles que aún deben rendir cuentas de sus abusos en el poder, ahora se mofan de sus ex compañeros.
Las cabezas políticas del actual Régimen también salieron golpeadas de la fuga del zar de la propaganda. El asilo supuesto anunciado por Fernando Alvarado todavía no se comprueba (¿No sería adecuado que la Cancillería indague a las legaciones diplomáticas sobre esa afirmación?).
El impacto político es fulminante, a tal punto que la imagen del Presidente, flanqueado por Julio César Trujillo, Elizabeth Cabezas, Pablo Celi e Íñigo Salvador, fue todo un mensaje al país.
El exhorto de Pablo Celi al Fiscal General – que no es intromisión – fue algo indispensable, un puñetazo en el tablero.
En el ámbito de la Asamblea hay dos temas muy complejos: la conformación de mayorías es un problema para el Gobierno. Los dos bloques de la derecha apoyan en temas muy puntuales, pero el enemigo está en casa con el bloque de la Revolución Ciudadana. Y la propia firmeza de lo que queda de Alianza País fue lastimada por las acusaciones de los cobros indebidos. Los diezmos de la vergüenza diezman la credibilidad. Quizá algún día sepamos de los nombres de los legisladores corruptos y abusivos, sean de la bancada que fueran.
En medio de estas tormentas queda la interrogante del frente diplomático que con buen criterio está reconstituyendo el ministro José Valencia, pero el huésped incómodo de Julian Assange es una roca en el zapato. ¿Hasta cuándo toleramos tanto abuso y maltrato, cuándo pagarán los responsables de haberle concedido tanta prerrogativa y hasta nuestra nacionalidad?
Y además, una economía que pugna por recuperar confianza y una mayoría de gente que quiere que mejoren sus condiciones de vida y trabajo estable. Grandes retos.