Voceros de gobierno han reconocido como uno de sus errores la falta de escucha a diversos sectores ciudadanos. El identificar honestamente desaciertos es el primer paso para enmendarlos. Ojalá así sea. Los acontecimientos ocurridos deben servir para una profunda reflexión. Puede existir cualquier tipo de discrepancia, pero nada justifica vulnerar derechos ciudadanos con amenaza y violencia.
El vandalismo y los actos de terror deben ser desterrados y censurados como mecanismo de protesta. Las legítimas demandas de la población no pueden ser utilizadas por personajes que buscan imponer a la fuerza sus objetivos de impunidad y destrucción. Es deber ciudadano repudiar con firmeza a líderes políticos y sociales que, camuflados en la desesperanza de los más vulnerables, escudan sus intenciones de captar el poder de manera viciada, procurando imponer arbitrariamente sus ideas e intereses.
Los problemas que nos aquejan: pobreza, inseguridad y desempleo apremian ser escuchados y atendidos. La autocrítica gubernamental es impostergable para mirar y entender el sentimiento de agobio e indefensión ciudadana. Urge rescatar el Ecuador de diálogo y del encuentro ofrecido, conectándose directamente con una sociedad que requiere liderazgo y empatía. Es momento de humildad para rectificar y actuar.
Las pérdidas humanas y económicas son legados del accionar irresponsable donde no cabe impunidad, sentando precedentes para que no vuelvan a ocurrir. Es momento ciudadano de condenar con firmeza el caos y anarquía, respaldando decididamente la estabilidad democrática en un entorno de paz y tolerancia. Es momento ciudadano para involucrarse más decididamente en la construcción de un Ecuador solidario e inclusivo. Hay causas justas que atender en beneficio de los más necesitados. Es momento ciudadano para exigir nuevo rumbo a autoridades, velando por el cumplimiento de ofertas de campaña que no pueden quedar rezagadas en el ejercicio sordo del poder.