Es el segundo día del taller. El facilitador señala: “Buenas tardes, señoras y señores profesores, vamos realizar una discusión sobre políticas educativas. Favor hagan un círculo. El ejercicio es el siguiente: lean con atención este texto, analicen su contenido y respondan a la siguiente pregunta: ¿Están o no de acuerdo con las afirmaciones del autor? Tienen 40 minutos”.
El referido párrafo dice: “Las reformas (educativas) han sido aisladas e inconexas… programas, por ser abultados y enciclopédicos, han obligado a los maestros a desnaturalizar la función docente, instaurando el dictado y el simple memorismo.
En las reformas han participado muy contados educadores, descuidándose la valiosa opinión y la experiencia de la inmensa mayoría de los maestros. Por tratarse de trabajos rápidos e indudablemente precipitados, la aplicación de la reforma ha producido trastornos en los planteles, con perjuicio de los alumnos.
Las reformas han sido siempre rígidas y uniformes, para todos los establecimientos de la República, sin dar lugar a los indispensables reajustes y adaptaciones y sin oportunidad para las iniciativas de los planteles y de los maestros”.
Transcurridos los 40 minutos el facilitador solicita que alguien del grupo exponga sus conclusiones. Habla una vocera: “Luego del análisis señalamos estar de acuerdo con el autor del texto. Efectivamente, las reformas de educación básica, y particularmente de bachillerato y universitaria son inconexas, inciertas y precipitadas. Varios pensum y programas han rehabilitado el viejo memorismo.
Son reformas concebidas de modo tecnocrático, en los escritorios de los burócratas del Ministerio de Educación, sin participación de maestros, padres de familia y alumnos. Son rígidas, verticales e inconsultas, por lo que su aplicación produce múltiples problemas perjudicando a los estudiantes, sobre todo a los de bachillerato”.
Señores y señoras, dice el facilitador, qué opinión tienen si les informo que el duro diagnóstico que analizaron no corresponde a la reforma educativa de la revolución ciudadana. No, el texto es un fragmento del informe del Ministro de Educación Adolfo Jurado González publicado en 1955 en el gobierno de J.M.
Velasco Ibarra.Circularon sonrisas, miradas picantes y murmullos indignados… Se levantó un tallerista y dijo: “Caramba… tengo sentimientos cruzados… gratitud y optimismo por ciertas y evidentes mejoras que ha tenido la educación en estos últimos años, pero decepción y profunda preocupación al constatar que algunos problemas educativos, no de 10 ni de 20 sino de hace 60 años todavía están intactos.
Pero la mayor pesadumbre es que las autoridades y muchos de nosotros no nos damos cuenta o no queremos ver que esos viejos inconvenientes están allí, robustos. ¡Qué capacidad de autoengaño!”.