Mientras el país se hunde, algunos connotados medios nos distraen, no dejan mirar el bosque. El principal distractor es el próximo proceso electoral, tema que, en vez de constituirse en un buen pretexto para examinar problemas sustantivos, se convierte en la superficial conversa sobre personas y candidatos, o en espacio de promoción de voces oficiales que buscan legitimidad para sus probables candidaturas.
Uno de los problemas estructurales nunca abordados, y que sacó a flote la insurrección de octubre, fue la inviabilidad del Estado Nacional y la no discusión, serena y sabia, sobre la realización del Estado plurinacional. Semejante evasión nos podría a un escenario catastrófico.
La verdad es que el Ecuador, agobiado de intereses particulares y contradictorios que solo miran para sí mismos, está pegado con saliva y sin destino, tal cual hace 50 años lo veían destacados intelectuales.
El sociólogo Agustín Cueva, mirando al Ecuador desde la cultura, en su libro “Entre la ira y la esperanza”, decía: “…uno tiene la impresión de encontrarse ante una realidad completamente des totalizada, hecha de retazos mal ensamblados, de materiales imperfectamente fusionados, a menudo disonantes, en la cual los diferentes componentes no parecen haber sido elaborados a partir de una pre-concepción estructural”.
Desde la economía, el ex rector de la Universidad Central y pensador Manuel Agustín Aguirre, opinaba del Ecuador: “Abigarramiento económico, abigarramiento político y abigarramiento social y cultural. Mosaico y taracea. Economía de retazos, de parches y remiendos, de etapas pasadas y presentes, contradictorias y contrapuestas, que no han podido cancelarse ni superarse, y que coexisten y se hacinan en un amontonamiento de siglos. Economía envejecida antes de desarrollarse, aplastada y deformada por la presión de economías exteriores… Tipos de cultura que aún no han podido fundirse, asimilarse y unificarse plenamente.”
Así es, nunca se concretó el Estado Nacional democrático soñado por los liberales de inicios del siglo XX. La clase media que debía ser portadora del proyecto cayó abatida por su debilidad política y ambigüedad cultural. Fue poder momentáneamente, a través de algunas dictaduras militares modernizantes y del correato. Sin embargo, las tradicionales y poderosas familias regionales, terratenientes y agroexportadoras, o las nuevas élites cuasi industriales, importadoras y financieras, se turnaron el manejo del Estado, para ponerlo a su servicio. Así, durante los últimos 120 años, se afirmó un Estado botín, al servicio de aquellas élites y de capitales foráneos. El Estado botín tuvo su máxima expresión en la década 2007-2017, liderado por personajes de clase media acusados de delincuencia junto a ciertas empresas nacionales e internacionales.
Veamos el bosque. El proyecto de país justo, democrático y plurinacional está pendiente.