La información es aparentemente clara: frente a esa marea humana que se ha desbordado desde Venezuela, tan grande ya como un sunami, el Ecuador ha decidido convocar a trece gobiernos de América con el fin de “interactuar con (ellos) para mejorar el entendimiento de esta problemática y la información respecto de la forma en que cada país está afrontando, en concordancia con sus respectivas legislaciones y realidades específicas”, según el señor viceministro de Movilidad Humana (EL COMERCIO, 22 de agosto, p. 8).
¿Se trata de una conferencia internacional para entender mejor? ¿No se ha entendido ya lo suficiente? ¿Todavía no se sabe que Venezuela ha sido destruida? ¿Y se trata de contarse mutuamente lo que cada uno hace “en concordancia con sus respectivas legislaciones”? ¿Cómo se las va a arreglar la representación ecuatoriana para demostrar que la exigencia de pasaporte está en concordancia con la ley que dispone expresamente la libre circulación únicamente con el documento de identidad?
Me dirán que en el lenguaje diplomático las palabras del alto funcionario significan otra cosa, pero nunca acabaré de entender un lenguaje que no dice lo que dice. Estamos ante una verdadera crisis humanitaria y nada permite suponer que el flujo de migrantes ya se ha detenido. Lo que América exige a sus gobiernos es una solución al drama venezolano, que de momento implica establecer políticas adecuadas para dar atención a los migrantes, y enseguida, buscar acciones colectivas para iniciar la reconstrucción de un país despedazado.
Es evidente que la migración venezolana ha desbordado ya la capacidad de cualquier estado y exige ser tratada con criterio regional, como un problema que no es de ningún país en particular, sino de América. Es verdad que el Secretario General de la Organización de Estados Americanos ha anunciado ya una convocatoria semejante, pero tengo la impresión de que la OEA no moviliza suficientemente la voluntad de los estados. No dudo que el señor Almagro tiene las mejores intenciones, pero la impotencia demostrada en ocasiones anteriores no permite esperar mucho del organismo clave para el tratamiento de problemas de esta envergadura. De ahí que la convocatoria decidida por el gobierno del presidente Moreno es de gran importancia: no solo pone en evidencia que el Ecuador ya ha dejado atrás la política mantenida por la señora Espinosa, sino que es una ocasión adecuada para recordar a América que la Doctrina Roldós podría abrir la puerta a una acción mancomunada para eliminar la causa de esta dolorosa migración. Porque no se trata solamente de organizar sistemas regionales de ayuda a refugiados ni de repartir a los migrantes entre todos los países, tal como la señora Merkel propuso en Europa. No. Se trata de que los venezolanos recuperen su patria, que empiecen a reconstruirla en democracia, para que nadie se vea precisado a emigrar en busca de lo que debe tener en su propia tierra.