1.- ¿Alguno de ustedes, lectores-especie en extinción, se ha puesto a pensar a qué sabrán las mieles del poder? Quizá alguno o alguna –hay que ser políticamente correctos- de los que lea esta columna se rasque la cabeza y se imagine a qué olerán los exquisitos aromas del poder, cómo se sentirá estar empoderado, subir en las encuestas, tenerlo todo al alcance, aplastar un botón o redactar una orden y cambiar (para bien o para mal) la vida de miles y miles de personas. O, ¿cómo será el chuchaqui del poder? ¿Dolerán las piernas y los brazos como después de una noche de juerga? ¿Se secará la boca, como en los chuchaquis comunes y corrientes, o más bien se presentará un cuadro de paranoia con retortijones estomacales?
2.- ¿Será posible y factible el poder ser eterno? ¿Cómo será experimentar la sensación de que el poder jamás se va a terminar, de que el poder no tiene límites ni en el tiempo ni en el espacio? En este caso, ¿actuará el poder como una droga, producirá efectos sicotrópicos y alucinaciones? Si la respuesta es afirmativa, ¿qué tan mareante puede ser el poder? ¿Generará deslumbramientos y visiones distorsionadas, implicará necesariamente una sensación de aislamiento de la realidad? ¿Permite el poder eterno pensar con claridad, mirar las cosas con perspectiva y con inteligencia? O, todo lo contrario, ¿la sensación de lo perpetuo y absoluto implica aislamiento, incomunicación y reclusión?
3.- Y qué me dicen respecto de la famosa soledad del poder. ¿Será cierto aquello de que cuando uno es de verdad poderoso –dueño, amo y señor de grandes chequeras, de bolsillos profundos, de presupuestos perdurables- se siente aislado? ¿Será verídico aquello de que, con el encierro del poder uno deja de tener amigos de verdad y de que abundan y retoñan toda clase de colaboradores, asesores, consejeros y funcionarios? La soledad del poder, ¿olerá–quizá- a lo que suele oler la adrenalina, a los bálsamos más punzantes del delirio y del espejismo más trastornado?
4.- Finalmente (y gracias por su paciencia), ¿qué pasará cuando el poder se acabe, cuando la ficción se convierta una vez más en realidad? Cuando los colaboradores se dispersen, cuando los amigos ya no lo sean más, cuando sea necesario poner los pies en la tierra, cuando haya que pagar las cuentas de luz, agua y teléfono como una persona común y corriente, cuando los esbirros se despidan y se vayan a su casa. Cuando se acaben los honores, las genuflexiones e inclinaciones, los falsos homenajes y las áulicas cortesías, cuando los baños de popularidad se hayan secado…¿Habrá recetas para la soledad del no-poder, para cuando la mano dura se ablande?