El alcalde Rodas ha dicho que el proyecto para la construcción del Metro de Quito seguirá. Para el efecto negociará con las empresas que presentaron la oferta más baja -considerablemente mayor que el precio referencial- para ajustar las cifras y disminuir así la diferencia enorme que existe, lo cual permitiría encontrar, por parte de la Municipalidad, financiamiento adicional que permita su construcción.
Era un secreto a voces que el precio anunciado por las anteriores autoridades municipales no tenía bases reales y los esfuerzos para atribuir dicho incremento a las más variadas razones, todas ellas desmentidas por el Alcalde, son vanos para justificar un proyecto que a todas luces estaba alejado de la realidad, al menos en su precio final. No debe extrañar el empeño de los concejales de la anterior administración en que el proyecto se concrete: nadie podría justificar la insólita construcción de millonarias estaciones sin el financiamiento para la obra principal, que hasta ahora no existe.
Incluidos los diferentes componentes, túneles, vías, estaciones y equipos rodantes, el Metro costará alrededor de 2 500 millones de dólares. Y esa cifra implica la necesidad de pagar y amortizar créditos externos mayores que los planificados, el aval del Gobierno para esos créditos, operar el sistema, amortizarlo, provisión de repuestos y reposición de equipos oportunamente. Hay que suponer que todo esto está tomado en cuenta al decidir continuar con el proceso y que la tarifa a fijarse será la adecuada y necesaria.
Como no hay sistema de Metro en el mundo que se financie solo con la tarifa, que debería ser mucho más alta en relación con la que ahora pagan los quiteños, hay un subsidio implícito, muy alto, que alguien debe asumir. ¿Tiene la Municipalidad esa capacidad financiera? ¿Será el Gobierno el que asuma el subsidio? Todo esto debe explicitarse para evitar contratiempos posteriores.
Solventadas estas inquietudes, y, obviamente, la factibilidad técnica, para Quito será positivo contar con una inversión de esa envergadura, precisamente cuando la baja drástica del precio del petróleo disminuirá la inversión pública, motor de la economía en los últimos años. Eso permitiría a Quito mantener sus altas tasas de empleo y dinamizará su economía.
Todo proyecto importante tiene virtudes y defectos. Los varios estudios realizados en el pasado recomendaron opciones distintas. Menos costosas y más viables. Por otro lado, no hay que levantar falsas expectativas de que al construirse el Metro se solucionará el problema de la movilidad.
Mientras en Quito circulen 500 000 vehículos y se incrementen 50 000 cada año, el problema no tiene solución, con Metro o sin Metro, proyecto que marcará a la ciudad y, por lo mismo, es una cosa muy seria como para no tomar todas las previsiones que aseguren su éxito global.
Columnista invitado