Columnista invitado
Casi como una práctica escolar repasar el calendario nos da la posibilidad de recordar distintas fechas trascendentales de nuestra historia, tanto para conmemorar el nacimiento o la muerte de los héroes de la patria, como para realizar un ejercicio de memoria en relación a aquellos errores que no podemos volver a repetir.
En esta dirección, recientemente se cumplieron 17 años del feriado bancario que azotó al país, y que fuera germen de un masivo exilio de miles de ciudadanos hacia otras naciones agobiados por las oportunidades negadas por el Estado de Ecuador, que terminó con crecimiento de la inflación, devaluación, recesión, cierres de empresas, y desempleo, entre otras tantas pérdidas.
“El Ecuador amaneció ayer con una sorpresa: La Junta Bancaria decidió declarar un feriado bancario. En la noche se anunció su prolongación”, decían las páginas de este mismo Diario, el 9 de marzo de 1999, un día después del anuncio que trajo consecuencias imborrables para los ecuatorianos.
Aquellos sucesos de finales de la década del 90 han dejado una profunda huella en la memoria del país, no solo por el tamaño del daño social y económico sufrido, sino por la falta de responsabilidad de dirigentes y empresarios inescrupulosos que privilegiaron el beneficio personal por sobre el bien común.
La fecha impone una reflexión y nos da la posibilidad de analizar la historia y el presente en perspectiva: sin lugar a dudas, el país ha venido recorriendo una recuperación y una mejora sustancial durante todos estos años sobre la base fundamental de un Estado presente (un camino que comenzó a enfatizarse en 2007, con la llegada de la Revolución Ciudadana).
El presidente Correa se ha referido en declaraciones públicas a este período como un punto de inflexión que no podemos olvidar. Ese pasado, que parece tan lejano, tuvo sus consecuencias nefastas en lo económico y en lo social, y precisamente por eso son una referencia para la dirigencia política que debe concentrar sus esfuerzos en no repetir ese error.
En tiempos donde el mapa político latinoamericano se encuentra en una etapa de reconfiguración con nuevos procesos políticos más volcados a idearios de centroderecha, como es el caso de Argentina, para muchos sectores se acentúan los temores de volver a los tiempos de crisis, cargándola sobre las espaldas de la ciudadanía.
En esta clave deben leerse las declaraciones de Correa y comprender que el camino que Ecuador decida transitar de cara el futuro, sea cual fuere la fuerza partidaria que lo comande, no puede llevarnos nuevamente al lugar desde donde comenzamos.
La Nación necesita de una dirigencia que trabaje y sume esfuerzos sobre lo construido, respaldando al país y pensando en generar aquellas políticas que mejoren día a día la vida de los ecuatorianos, reafirmando el rol del Estado como impulsor del desarrollo y no como garante de la especulación de unos pocos en detrimento del pueblo.