En un libro más citado que leído, cuyo paradógico título es “The Global Village”, Marshall MacLuhan difundió en 1989 el concepto de la “aldea global” para describir un planeta empequeñecido por los medios de comunicación vía satélite que llevan y traen informaciones a la velocidad de la luz.
El concepto pretende señalar un mundo interconectado e interactivo, de intereses entretejidos, que tiende a ser cada vez más una sola y gran comunidad planetaria al ritmo de la revolución digital, las telecomunicaciones y el transporte.
Resulta muy difícil mantenerse al margen de este proceso. Basta pensar que cada vez más la gente recibe los mismos mensajes, se entera de las mismas noticias, mira las mismas películas, atiende los mismos programas de TV por satélite, lee los mismos libros y consume los mismos productos.
Es decir: participa de la misma cultura irradiada principalmente desde los centros de poder y focos de información de los grandes países de Occidente.
Pero los visionarios trabajos de MacLuhan le llevaron a la conclusión de que los logros científicos y tecnológicos de la inteligencia humana se adelantan a la comprensión de las consecuencias de ellos. Cosa que, por ejemplo, ocurrió con la energía atómica, que ha conducido al uso del átomo con fines bélicos.
Desde los tiempos de MacLuhan la “aldea” se ha vuelto mucho más global.
La triple alianza de la informática, las telecomunicaciones y los transportes ha producido una amplia uniformación cultural del planeta.
Hay una “occidentalización” de la cultura universal que se manifiesta no sólo en las altas y sofisticadas expresiones de la ciencia sino también en los elementos de la vida cotidiana. Está en formación un mundo homogeneizado por la fuerza avasalladora del capitalismo occidental que ha extendido el poder de sus conocimientos científicos y tecnológicos y que ha modelado una forma de sociedad que tiende a volverse universal.
Si MacLuhan viviera encontraría que su “aldea” resultó mucho más global de lo que imaginó. Pero es una “globalización estadounidense”, como afirmó Mijail Gorbachov en diciembre del 2000, porque son sus valores, estilos de vida e intereses los que se han expandido por el mundo.
Para decirlo con la ingeniosa expresión del escritor neoyorquino George Ritzer, está en marcha una “McDonalización” de la sociedad mundial.
El mayor rubro de exportación de los EE.UU. a comienzos de este siglo no son sus manufacturas sino sus películas y programas de televisión. Basta un par de ejemplos: dice Juan Luis Cebrián que en Francia el 70% de la taquilla corresponde a películas norteamericanas y en España el 90%. Y el predominio fílmico en la TV es probablemente mayor y tiene obviamente un alcance mucho más amplio.
Lo cual explica que la “american way of life” se haya extendido tanto.