Bien por el sobreseimiento a los ciudadanos Kléver Jiménez y Fernando Villavicencio, ex – legislador y periodista de investigación, respectivamente, así como a Polibio Córdova, representante de la firma Cedatos. Con el fallo de la justicia del 22 y 23 de febrero último quedó claro que la información presentada en los procesos respectivos probó la inocencia de cada uno de ellos, con lo cual pueden andar libremente y sin temores, aparte de ser liberados del grillete en el caso de Jiménez y Villavicencio, y de la obligatoriedad de presentarse cada 15 días ante la Fiscalía, en el caso de Polibio Córdova.
Imagino el valor que tiene para cada uno de ellos hoy la paz y la libertad, sin duda es un trofeo obtenido en favor de la verdad, la honestidad, la ética, la defensa del país, ganado en una batalla desigual, por eso su lucha tiene un mérito doble. Su triunfo es ahora un patrimonio doloroso, pero patrimonio, para ellos y sus familias, y también para el país, que hoy sabe que los ecuatorianos de bien, que hay muchos, no se rinden ante la injusticia, la prepotencia, el autoritarismo y que como lo demostraron pusieron en riesgo aún sus vidas en pro de la honra y la verdad, pues como bien lo dijera la Comisión Nacional Anticorrupción “la peor corrupción es denigrar y usurpar la honra de una persona”.
Mal por toda la información última revelada por el ex-contralor Carlos Pólit y sus acusaciones a diferentes personajes políticos del país, varios de los cuales ostentan jerarquías importantes actualmente y deberían ser referentes nacionales, incluyendo al ex-presidente Correa y su rol en el 30-S, mal también por las réplicas y denuncias manifiestas a través de un video que evidenciaría conversaciones comprometedoras entre el mismo Pólit y el presidente de la Asamblea, sobre otros personajes de la vida nacional e implicaciones en el uso de recursos públicos.
No acaba de sorprenderse el país ante tanta información sobre hechos de corrupción nacional, cuando precisamente anhelábamos una reconstrucción del país. Es increíble el ingenio, la sagacidad y la diligencia con que se mueven algunos políticos que han hecho del país un botín apetecido y por el cual luchan sin escrúpulo alguno, mientras los ciudadanos somos espectadores atónitos de una verdad que quisiéramos fuera una película de ficción o novela de pandillas mal escrita.
Como ciudadana común siento espanto por lo que acabamos de conocer, por la capacidad perversa de los seres humanos, por el delirio que provoca lo material (el dinero) y por la ceguera de lo trascendente de la condición humana, como el amor, la gratitud, la solidaridad, el trabajo, etc.
Como educadora siento pena por el irrespeto y la manipulación del honor y la dignidad de un pueblo, por saber que respetables y necesarias instituciones han sido convertidas en refugio de bandidos.