Lo conocíamos como el místico de las fases inconfundibles del bien y del mal. Se le atribuye este acertijo al sacerdote persa Maní. Por estos preceptos, los unos y los otros se repudiaban cruelmente y, luego, regresan a sus inescrutables cuevas de amor y odio. El profeta regresó con furor en el siglo XX y alcanzó a las cumbres de brutales dictadores; también impactó a la casta de filósofos, que hoy se depuran con cinismo en la terapia de la segunda post guerra. Como siempre, los unos buenos y los otros no. Su mensaje radical y convincente se interpreta como ninguno en el pasaje bíblico de estás conmigo o estás contra mí.
Con fuerza volvió en la Guerra Fría dirimiendo entre capitalistas y comunistas. Al respecto, es importante un ensayo de Erich Fromm –“¿Podrá sobrevivir el hombre”- cuando concreta la paradoja: “en un lado todo es seguro, el del enemigo y la maldad – del otro, todo es posible”.
Hoy regresa al Ecuador en una época donde la desorientación conduce, como en el ayer, al refugio del fanatismo y la militancia; mucho más, si los ciudadanos cuentan con el amparo de sectores que ofrecen “el privilegio” de la verdad. Por eso penetran en el complejo capítulo de la familia, sus relaciones y la más delicada instancia como es la de los hijos. Sostienen que como en la Roma antigua que solo debe regir el “Páter familias”. Para tal propósito, no dudan de sacar de los viejos baúles la tesis de que la unión entre los sexos es solo para la reproducción y que el placer y sus tentaciones son obra del maligno.
Este tema social profundo y complejo, de la relación entre sexos, la reproducción, el derecho y protección de la mujer no deben defenderse de forma militante en marchas con bombos y platillos, a la usanza peronista. Quedo atrás las movilizaciones contra el comunismo y el capitalismo. Eso ya no se vende.
Sin el concurso profesional de sociólogos, psicólogos y juristas es perverso introducir en los ámbitos familiares y ciudadanos una protesta tan maniquea. No es el momento de armar “cruzadas” cuando intentan penetrar en la familia, que más que nunca es víctima – casi siempre en los sectores pobres y vulnerables- del machismo y explotación de la mujer. Hay que aceptar que no son un invento del socialismo del siglo XXI ni armarse militantemente para desopilantes cruzadas.
Ver el artículo de Farith Simon del lunes: “Impartir educación sexual de forma adecuada, precisa, objetiva y científica no es promover el sexo, tampoco equivale a adoctrinar, incitar o promover el inicio prematuro de la vida sexual o exaltar cierto modo de vida… Indigna que grupos ultraconservadores y algunos políticos actúen movidos únicamente por sus intereses, distorsionen el debate en un tema tan serio y lo disfracen de defensa de derechos, pero ya saben, la mentira tiene patas cortas, el engaño se descubre pronto”.