Entre los detractores y defensores del Consejo de Participación Ciudadana hay un consenso. Todos dicen que no representa a nadie. Los unos observan que no viene de la voluntad de los electores, sino de cuotas y arreglos. Los otros sostienen que son ciudadanos sin pertenencia a partidos políticos, que actuarán sin influencia de terceros.
Todos dicen la verdad en un sentido: ese consejo no es producto de la representación, que es el sustento de la democracia. Pero, ¿por qué se crearon ese consejo, y la función de “transparencia y control social” sin base ni sustento?
Quizá fue por novelería o por ignorancia. Pero ciertamente pesó mucho en la decisión el antecedente que en Venezuela se había creado un nuevo poder del Estado. Por ello, se dijo, debíamos hacer lo mismo aquí para no quedarnos atrás. El remedo, la imitación fueron los justificativos. Por eso no hubo fundamento lógico o doctrinal. Solo ser imitadores poco imaginativos.
No es del caso discutir aquí sobre ese poder en Venezuela. Pero vale la pena mencionar el argumento que se esgrimió para crearlo. El Libertador propuso que existiera un cuarto poder en el Estado. Y por ello, nosotros debíamos hacerlo, entre otras cosas, para cumplir con nuestra vocación bolivariana. Pero dejemos de ser simples y veamos las razones de Bolívar.
Ante el Congreso de Angostura, Bolívar propuso la creación de un “Poder Moral” o moderador, ejercido por un ‘Areópago’ dividido en dos cámaras. La primera se encargaría de promover la moral en toda la República y la segunda estaba dedicada a la educación. El Aereópago era, en realidad, un poder de control de la ética pública y promoción educativa y cultural. Era electo por el Congreso, pero funcionaba con independencia.
Para la Constitución de Bolivia, el Liberador propuso que el Congreso tuviera tres cámaras. La tercera sería la de los ‘censores’, con poderes de control, especialmente sobre el Presidente.
Repetir las propuestas fuera de contexto es absurdo. Hay que leer bien a Bolívar, que proponía el poder de control en circunstancias diversas. Los congresos se reunían entonces por tres meses cada año o cada dos, debido a las grandes distancias. En su receso la cámara de representantes o el Senado no podían ejercer control. Por ello, para evitar excesos del Ejecutivo, había un consejo de control permanente. En nuestro tiempo ya no es necesario. Los congresos funcionan todo el tiempo, se reúnen con facilidad y pueden ejercer control inmediato sobre los funcionarios del Estado.
No existe motivo ético ni jurídico para esa Función de Transparencia y Control, y para el Consejo de Participación Ciudadana. Que hubiera habido fallas en su designación (que no es una elección) sería grave. Pero lo de fondo es que no es representativo y por ello antidemocrático.