En las dos oportunidades que estuve en Santiago de Chile cuando gobernaba Salvador Allende, viví el caos reinante, el estado de guerra, la escasez de alimentos y el total desastre económico. Una suite en el hotel San Cristóbal Sheraton costaba el equivalente a 3,50 dólares diarios. Había barricadas en varios barrios y Fidel Castro estuvo un mes en visita oficial.
50 años más tarde, Gabriel Boric, auspiciado por una entente que incluye al partido comunista, ha sido elegido presidente de Chile y ha ofrecido “terminar con el neoliberalismo” y adoptar otras medidas de corte socialista. ¿Por qué el país que ha sido líder de desarrollo y modernización en los últimos 30 años intenta una nueva aventura izquierdista? El PIB per cápita en 2021 será de USD 26 513, frente al ecuatoriano de USD 5 665. Ojalá la experiencia de Allende sirva para que Boric no caiga en los extremismos que sumieron en el caos a Chile. El sistema económico chileno ha dado excelentes resultados. Lo adecuado será mantenerlo, pero dirigir mayores recursos al gasto social.
Cabe preguntarse: ¿qué maleficio pesa sobre América Latina? Argentina, que estuvo entre las primeras ocho economías del mundo a principios del siglo XX, hoy, gobernada por el peronismo, es un desastre total. Brasil: podría volver Lula, el gran agente de Odebrecht. Colombia podría elegir al socialista y admirador de Correa, Gustavo Petro, que fracasó como alcalde de Bogotá. Venezuela, con Chávez y Maduro, se convirtió en el país más pobre de América, después de Haití.
En Perú, cuya economía ha crecido sostenidamente los últimos 20 años, gobierna el hombre del gran sombrero que no da pie con bola. Ecuador no se recupera del correísmo. Bolivia gira alrededor de Morales. Cuba vive 63 años de dictadura, escasez y pobreza. Y Nicaragua sufre a Ortega y su mujer, en un gobierno más atrabiliario y corrupto que el de Somoza. ¿América Latina necesita un taumaturgo que rompa el maleficio?