El Padre Federico María Sanfeliú Vilar, SJ, un gran caballero, un sacerdote ilustre y una persona distinguida acaba de partir a la casa del Padre, feliz porque cumplió su misión a cabalidad. Sabía que era peregrino en la tierra, por ello actúo y vivió como tal, ligero de equipaje, consciente y convencido de que su misión era buscar y encontrar a Dios en las personas y en las cosas, compartiendo su experiencia espiritual estrechamente vinculada con la vida y en solidaridad con todos.
Su vida transcurrió en silencio, no necesitó nunca de acústica ni sonido que lo hicieran visible, su partida ha sido callada y en paz, coherente con su existencia, como corresponde a un hombre de fe. Español de origen, ecuatoriano de corazón y vida, entregó a nuestra patria su esplendorosa juventud, sus conocimientos y su trabajo, como sacerdote, educador y pastor.
Como jesuita desarrolló el carisma Ignaciano en plenitud en la vida diaria. Inspirado en San Ignacio de Loyola vivió en profundidad la espiritualidad, camino de seguimiento a Cristo de forma austera, sencilla, generosa y con inmenso amor al prójimo, a quien dedicó toda su existencia. Por sus virtudes y méritos fue luz y fermento para la compañía llegando a ser su provincial. Como educador, mediante la cátedra en el Colegio San Gabriel y en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, hizo de estas instituciones una fortaleza para desarrollar la ciencia, el conocimiento, pero sobre todo para formar a las juventudes y preservar los valores humanos y cristianos como ejes transversales de la conducta humana, sin los cuales el hombre pierde su valor y sentido de vida. Por varios años compartió su pensamiento semanalmente en una columna de diario Hoy, desde donde envió sus reflexiones eruditas, orientadas al bien común, con vasto conocimiento, siempre defendiendo la verdad y respetando la libertad. Sus mensajes desde Radio Católica Nacional sobre la coyuntura nacional e internacional reflejaron su ilustración, su dedicación al trabajo intelectual, a los estudios y al discernimiento. Sus escritos sobre “La Condición Humana” y “Por si Ayuda” fueron también extraordinarios aportes a la colectividad y donde con el análisis de historias, fábulas, analogías, etc, ilustraba sobre la frágil condición humana y la importancia de la dignidad y derechos de los más pobres, la convivencia y la armonía social. Como pastor dirigió la Pastoral de la PUCE y de la parroquia Solanda, desde allí sin púlpito pero con la pluma y el ejemplo impartió lecciones de vida y tuteló a cientos de alumnos y feligreses.
Hoy su palabra se ha silenciado, pierde la Compañía de Jesús, pierde el Ecuador, porque hombres como él no se repiten con frecuencia, nos queda su testimonio, su camino forjado al andar y la esperanza de que sus sabias enseñanzas hoy convertidas en semilla caerán en tierra fértil, crecerán y prevalecerán sobre el degradado y oprobioso comportamiento humano.