Los hijos y el calentamiento global
En todas las culturas, criar a un hijo se considera una de las acciones más gratificantes. Sin embargo, un coro de activistas, científicos y periodistas sugiere que todos deberían pensar dos veces antes de procrear.
La emisora de radio pública de Estados Unidos, NPR, cuestiona: “¿Deberíamos tener hijos en la era del cambio climático?” La revista The Nation quiere conocer la respuesta a la siguiente interrogante: “¿Cómo puede usted decidir tener un bebé cuando el cambio climático está rehaciendo la vida en la Tierra?” The Guardian aconseja a sus lectores: “¿Quiere usted luchar contra el cambio climático? Tenga menos hijos”. Y, el New York Times advierte que tener un hijo es la peor acción ambiental que se podría llevar a cabo.
Al tener dos hijos, una hipotética mujer estadounidense que tras tener el hijo comienza a usar un automóvil eficiente en combustible, conduce menos, recicla, instala bombillas eficientes y ventanas que ahorran energía, haría un daño ambiental que alcanzaría a “casi 40 veces más de lo que ella evitó en daños con las mencionadas acciones”. El año pasado, la tasa de fertilidad de Estados Unidos llegó a un mínimo histórico.
Hemos estado en esta situación anteriormente. En la década de 1970, el temor a la degradación ambiental y al colapso social llevó a algunas personas bien intencionadas a quedarse sin hijos.
Los científicos y líderes de opinión que componen el Club de Roma hicieron su famosa (y errónea) predicción sobre el fin de la humanidad, y pronosticaron que el mundo se quedaría sin aluminio, cobre, oro, plomo, mercurio, molibdeno, gas natural, petróleo, plata, estaño, tungsteno, y zinc. Abogaban a favor de detener el crecimiento económico, reducir el consumo y cerciorarse de que las personas tuviesen menos hijos.
Algunas personas en los países ricos siguieron este consejo. En 1972, los activistas estadounidenses fundaron la Organización Nacional para No Padres, promoviendo el no tener hijos como un comportamiento “políticamente responsable”. Un artículo escrito el año 1976 señaló que el miedo a la superpoblación se había convertido en “una de las razones para permanecer sin tener hijos”. Uno se pregunta si los científicos sintieron remordimiento, o cuántos padres potenciales se arrepintieron, cuando las predicciones calamitosas terminaron siendo acciones que simplemente infundían temor.
Los científicos climáticos actuales argumentan en contra de tener hijos, al dirigir la atención a la carga ambiental del aumento de la población del planeta. La mayoría de análisis usan el enfoque de un documento del año 2009 de Paul A. Murtaugh y Michael G. Schlax, de la Universidad Estatal de Oregón, en el que se responsabiliza a cada padre de la mitad de las emisiones de CO2 que se proyecta cada uno de sus hijos en su vida.