La proclamación de independencia del dominio español que se cumplió en Quito el 10 de agosto de 1809 tuvo resonancia el 9 de octubre de 1820 en Guayaquil y culminó el 24 de mayo de 1822 con la Batalla de Pichincha. Este proceso histórico constituyó cimiento decisivo para la libertad de las ciudades existentes en el espacio de lo que actualmente es la República del Ecuador.
Entre esas urbes consta Loja, donde un grupo de moradores convocó a una reunión en la plaza de San Sebastián, el 18 de noviembre de 1820, para hacer realidad ese anhelo libertario y entonces se resolvió declarar la independencia y se improvisó una marcha popular hacia la plaza principal; al día siguiente se efectuó otra concentración, con mayor asistencia, en la que se designó Jefe de Gobierno la jurisdicción a José María Torres y el 17 de febrero de 1822 se suscribió el acta correspondiente.
Los historiadores coinciden en que este evento fue diferente al de otras ciudades y que, en cambio, fue cuantioso el aporte de soldados, dinero, vituallas, acémilas, etc. para la causa de la independencia, que entregó Loja, ciudad fundada primero en una llanura llamada Cangochamba, en fecha de la que no existen documentos y que se supone fue, en el valle de Catamayo o en el de Malacatos, en 1546 o 1547, pero, debido a lo malsano del lugar, especialmente por el azote de malaria, el español Alonso de Mercadillo hizo una nueva y definitiva fundación en 1548, en el valle de Cuxibamba, al pie del Villonaco.
A propósito de la incidencia de la malaria, es interesante el capítulo que incluye el doctor Félix Paladines, ex presidente del Núcleo de Loja de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en su libro “Identidad y Raíces”, en el que narra que, a comienzos del siglo XVII, los moradores de Rumizhitana, recinto ubicado entre Loja y Malacatos, descubrieron que una infusión con la corteza de un árbol llamado quina, constituía “remedio milagroso” contra esa enfermedad y que científicos de diversos países comprobaron las propiedades febrífugas de esa planta, conocida también como cascarilla o cinchona. La leyenda agrega que los indígenas de la zona bebían el agua que, a su paso, regaba las raíces de los abundantes árboles de quina y eso los conservaba inmunes al paludismo y a otras fiebres, razón por la que conocían, desde siempre, las virtudes de ese febrífugo natural. La llegada de las primeras remesas de quina a Europa provocó una verdadera revolución en el empeño colonizador de los europeos. Ahora sí, la mortal enfermedad podía ser controlada.
Loja, ciudad y provincia, se han destacado en los campos de la cultura y el arte musical, y esta vez, a causa del covid 19, se ha reducido al mínimo el programa conmemorativo de la efemérides del 18 de noviembre de hace dos siglos, sin embargo se ha mantenido el V Festival Internacional de Artes, con la participación de elencos representativos de varios países.