Pocos se imaginaron lo que podría lograr. Pocos menos su familia y él mismo en lo más profundo de su ser. Richard Carapaz, dorsal número 3, se enfila como un bólido hacia la meta. Es la última de las 21 etapas del Giro a Italia.
Después de que le atropellara un carro en el 2014, dejándolo casi inmovilizado, y tras la falta de apoyo que generalmente existe en el Ecuador a los deportistas, su destino estaba escrito.
Probablemente nunca iba a conseguir algo en el mundo del ciclismo. Nunca, nada. Como tantos otros que se quedan en el camino.
Mientras tanto, la voz del periodista argentino de la cadena ESPN comienza a subir de tono. La emoción se va apoderando de todos. Algo mágico nos lleva a seguir pegados de la pantalla. “Son 900 metros”, advierte Mario Sábato. “Empiecen a pararse encima de las sillas. Empiecen a festejar. Yo se los digo…”
Sí, como un milagro, el periodista narraba algo insólito. Algo que durante las primeras etapas estuvo descartado. Es que los favoritos de su equipo eran otros: el español Miki Landa, líder del Team o el colombiano Nairo Quintana. No obstante, la “locomotora del Carchi” dio de qué hablar cuando en varias etapas de montaña, al despegarse del pelotón, tiraba de los pedales de una manera poco antes vista.
“Son 800 metros”, reza Sábato con tono dramático. “Empiecen a celebrar. Atención Ecuador… Atención Carchi… Atención Tulcán…” Carapaz sigue su carrera vertiginosa hacia la meta. Los dos ya saben que está a un paso de la gloria. Todo es emoción y alegría. Atrás van quedando los recuerdos, las limitaciones y estrecheces económicas de su familia, de la vetusta bicicleta sin llantas, de las privaciones…
¡Para qué acordarse del dolor si al final nuestra alma es la única testigo del sufrimiento!
“Últimos 500 metros. ¡Vamos Richard, que se puede papá! ¡El último esfuerzo y me muestran el infinito!” El narrador ya no puede contener la emoción. El orgullo que caracteriza a los argentinos ha quedado a un lado. Por un momento todos somos uno: latinoamericanos.
“Se acerca el final. Va a ser campeón. Empiecen a cantar: dale campeón, dale campeón, dale campeón… Ahí está Richard. Ahí lo tienen Ecuador. La locomotora del Carchi. Ahora sí échale leña al fuego Carapaz”. Últimos metros.
Richard pasa la meta y el locutor rompe en un solo estallido de júbilo: “Carapaz campeón. Campeón, campeón, campeón… Campeón, campeón, campeón, campeón… Lo logramos…”
Richard Carapaz se convierte así en el segundo latinoamericano en coronarse triunfador del Giro a Italia. Uno de los tres más importantes en el mundo del ciclismo, junto al Tour de Francia y la vuelta a España. Entra al coliseo de Verona.
Algarabía y emoción, por todo lado. Su familia y el mundo lo ve llorar. Solo él sabe cuánto sacrificio y esfuerzo ha significado este triunfo. Bien por Richard y otros deportistas que con su tenacidad están escribiendo páginas de gloria para el deporte ecuatoriano.