La descentralización se ha vuelto una mancha. Ha perdido su sentido y futuro en los dedales de reglamentos burocráticos. Ya no es una dinámica de reconstitución de poder local, debido al nuevo centralismo. La campaña electoral para los poderes seccionales lo revela muy bien. Hay más pasión por controlar de arriba abajo y poco por definir una problemática de lo local, de un Gobierno de cercanía de la ciudadanía; más importancia se da a configurar gobiernos locales “maestros de obra” comandados desde arriba. Es el regreso a lo contrario de la descentralización, la pérdida de la autonomía local y de reforzar una sociedad local con proyecto propio, con una problemática de la vida ciudadana de cercanía que le refuerce.
Los militantes de izquierdas que se unieron a AP han perdido dos preocupaciones que les fueron antes motivadoras y de su interés inmediato: la sociedad civil y el poder local, el de “abajo”. La pasión por el Estado central, uno que pone orden y sanciona a los “malos”, en una visión muy religiosa del XIX, del bien y del mal, les ha privado del sentido del “deber ser” y de una visión de sociedad alternativa, lo han cambiado por la eficacia de la gestión central.
Ahora no tenemos fuerzas políticas que nos definen una sociedad local, el rol del Municipio, la parroquia o la provincia para crear una sociedad local, todos compiten por quien construye más infraestructura, no necesariamente con una visión de precisamente construir una vida más vivible, sino quién impacta en la modernidad.
¿Quién da más? Hay plata, no importan los costos.
¿Puede una sociedad encaminarse a un solo destino? Esto tiene ventajas para lograr ciertas metas, como megametas con ingentes recursos o para consolidar algún poder central. Es siempre tentador para una visión tecnocrática que sus planes y visiones lleguen por igual a todo el mundo. Así lo hicieron las sociedades de planificación centralizada.
En cambio, hay desventajas en el largo plazo y en el tipo de sociedad que se encamina, pues se postra su dinámica local que es ahí donde se gesta la sociedad civil, con iniciativas de todo tipo, productivas, culturales, de gente pensante sobre la vida inmediata, aquella que nos ocupa cada día y termina por hacernos a nosotros mismos.
¿No se podrá buscar alternativas de vida por vías diferentes, cada cual con sus particularidades? Las sociedades con mayor éxito en ofrecer calidad de vida han sido precisamente las que han construido desde lo local, con sus particularidades y gracias a construir sociedad civil. A mayor centralismo esta dinámica pierde sentido, se esperan decisiones e iniciativas de arriba.
Este reencuentro reforzado con el pasado se lo hace ahora en nombre de lo moderno y del “cambio”.