Los líos de los dos aeropuertos de Quito son innumerables. Y lo grave es que no se ve asomos de luz al final del túnel.
Comencemos por el nuevo aeropuerto. Es encomiable el esfuerzo del alcalde Barrera que ha enderezado la pésima negociación hecha por el anterior Cabildo y ha recuperado centenas de millones de dólares para la ciudad. Sin embargo, esto ha paralizado la obra de construcción por más de 6 meses y no se ve la fecha de reinicio y menos de terminación.
Mientras tanto, la demanda de servicios aeroportuarios sigue en precipitado ascenso. Continuamente se aumentan las frecuencias aéreas nacionales e internacionales y las instalaciones proyectadas del nuevo aeropuerto ya no son suficientes para la demanda actual, no se diga para la futura. Para muestra basta un botón: en el actual aeropuerto se dispone de 5 mangas de acceso a los aviones. Estas no son en absoluto suficientes. Ahora se requieren entre 8 y 10 mangas para evitar que los pasajeros caminen por la pista o sean trasladados en bus. Aquí viene lo sorprendente: el nuevo aeropuerto tendrá 6 mangas, ¡menos de las que ahora son necesarias!
Algo parecido sucede con el área de carga. ¡El nuevo aeropuerto tendrá 2 000 metros cuadrados operativos menos de cuartos fríos y las puertas de descarga se reducen de 46 a 24!
Para rematar, no vemos ningún avance en las vías de acceso: cuando se inaugure el nuevo aeropuerto tendremos que usar la congestionada vía Quito-Cumbayá por cuando menos 2 años más, sobresaturando la misma con 15 000 vehículos adicionales y empleando, en horas pico, hasta hora y media en trasladarnos al aeropuerto.
Mientras todo esto sucede, el Mariscal Sucre está en un estado de sobrecarga inmanejable. En el despacho nacional las colas de pasajeros se entrecruzan, unos para pagar la tasa del Ingala, otros para la entrega de las maletas que van a Galápagos, otros para chequear su vuelo y otros para pasar los filtros de seguridad. Es un caos total.
En la terminal internacional el cuento es igual o peor: hay una sola máquina de rayos X, ¡la otra está dañada hace un año! Las bandas de entrega de maletas están colapsadas. No existe parqueo para los buses de turistas’ podríamos seguir enunciando problemas.
¡Lo que hay que hacer es tomar el toro por los cuernos y resolver estos problemas con compromiso y decisión! El Municipio tiene que hacer una evaluación de fechas y tiempos y medir la carga actual y futura de pasajeros. En base a ello tiene que hacer los ajustes a las facilidades del nuevo aeropuerto y las inversiones necesarias en el Mariscal Sucre para que este no continúe en la deplorable situación actual.
Quedarse con los brazos cruzados sería una tamaña irresponsabilidad que afectará a la actividad económica y al turismo de Quito.