Bien decía el filósofo español Miguel de Unamuno que no es raro encontrarse con ladrones que predican contra el robo para que los demás no les hagan competencia. En el país durante la década anterior impusieron la mentira con propaganda oficial y tuvieron engañados a los ciudadanos mientras cambiaban las leyes y adecuaban un esquema institucionalizado de corrupción, que hoy se ha destapado.
La fuga del ex secretario de comunicación, uno de los artífices de la propaganda oficial que le costara al país cientos de millones, evidencia su clara intención de no responder a las serias acusaciones de irregularidades que le llevaría a la cárcel. La Contraloría presentó nada menos que once informes con responsabilidad penal en su contra y por eso hoy engrosa las filas de prófugos de la justicia, a la cabeza el déspota de Bélgica y otros ex altos funcionarios, entre ellos un ex ministro del sector petrolero.
Lo grave es lo que queda: desconfianza. Correístas que siguen enquistados en funciones públicas, que se enseñaron a disfrutar del poder en medio de la impunidad. Los responsables de su escape miraron indiferentes, entre cómplices y encubridores, a pesar de 245 alertas desde el grillete antes de su despedida y fuga con tranquilidad.
Tibieza de la Fiscalía y la administración de justicia, que hoy se lanzan la pelotita cuando pudieron tomar medidas más drásticas, que el Código Orgánico Integral Penal les faculta. El artículo 522 establece hasta la prisión preventiva.
El mayor cinismo se evidencia cuando el prófugo dice que es perseguido político, al igual que el resto de “revolucionarios”, y argumenta que el problema es por USD 1 500, cuando los informes de Contraloría señalan el mal uso de millones del Estado que despilfarró en propaganda oficial y agencias de publicidad vinculadas.
La ironía de las cosas es que cuando el correismo gobernó fue implacable con los opositores, incluso con excesos y abusos de poder, incluida la metida de mano en la justicia. Hoy esos prófugos tienen la audacia de hablar de persecución y de falta de independencia de la justicia, que es lo que exactamente hicieron en su administración. No tienen calidad moral para ello.
El caso del asambleísta Kléver Jiménez es uno de tantos. En uno de los juicios manipulados, a él le impusieron grillete y el gobierno anterior, con agenciosos y diligentes policías y funcionarios del correismo, muchos de ellos que siguen en sus puestos, le monitorearon al milímetro las 24 horas del día y le molestaban si se desviaba unos segundos del camino que transitaba para venir a presentarse en la Corte.
Hoy, esos mismos empleados se hicieron de la vista gorda ante tanta alarma encendida. O se limpia de raíz las instituciones o la impunidad seguirá reinando en el país.