Hace pocos días el presidente Correa alegó que la dolarización es un obstáculo para que el país se adhiera a la Alianza del Pacífico, el proyecto de integración económica emprendido por Chile, Perú, Colombia y México. La razón, según el Mandatario, es que si los miembros de este bloque devaluaran sus monedas, el Ecuador estaría incapacitado de emular la medida, lo cual podría quebrar a los productores nacionales .
Aunque las palabras del Presidente pueden sonar lógicas, sus acciones en esta materia revelan que él utiliza a la dolarización como un pretexto para que el país no se integre a la Alianza del Pacífico .
Si nuestro régimen cambiario vigente no es compatible con la apertura comercial con la Alianza del Pacífico, ¿por qué sí lo es con la apertura comercial con la Unión Europea o el Mercosur? Si nuestra incapacidad para devaluar unilateralmente la moneda que utilizamos es tan grave, ¿por qué el Gobierno no ha promovido la salida del Ecuador de la Comunidad Andina? Si el riesgo cambiario constituye una razón de fondo para evitar las alianzas comerciales, ¿por qué no hemos negociado acuerdos comerciales con los países con los que no enfrentamos este riesgo, como los Estados Unidos?
Si bien las excusas siempre caen mal, es valioso que el Presidente haya reconocido que la dolarización impone ciertas restricciones. Una de ellas es que el país cuenta con menos herramientas para enfrentar una recesión. Como no tenemos política monetaria ni cambiaria, la política fiscal adquiere mayor importancia.
En un momento recesivo, no podremos bajar la tasa de interés, con el fin de fomentar la inversión y el consumo y así reactivar la economía, ni devaluar la moneda, para fomentar las exportaciones. Ante la ausencia de estos instrumentos, resulta fundamental que el Gobierno cuente con suficientes reservas para que pueda incrementar significativamente el gasto público o reducir las tarifas impositivas y, de esa manera, generar un estímulo eficaz.
A pesar de esta necesidad y de los altos ingresos presupuestarios provenientes del auge petrolero, el Gobierno no sólo que no ha ahorrado recursos líquidos para poder combatir los períodos recesivos, sino que encima ha gastado más de lo que ha recibido, lo que ha provocado un incremento sostenido de la deuda pública.
Cuando las condiciones favorables cambien, los ingresos fiscales caerán y parte de los egresos tendrán que destinarse al pago de la deuda adquirida durante la bonanza. El Gobierno no podrá mantener el nivel de gasto -peor aún aumentarlo- ni reducir los tributos -sino probablemente haga todo lo contrario-, con lo cual la economía se sumirá más en la crisis.
La dolarización efectivamente impone límites, pero al derroche fiscal, no a aprovechar las oportunidades de desarrollo que ofrece la apertura a la economía mundial.