Columnista invitado
Conmotivo de la ley de Herencias y de Plusvalía, el tema de la distribución del ingreso ha saltado a la palestra pública. El Gobierno sostiene que estas leyes permiten una mejor y más equitativa distribución de la riqueza, que no es justo ni moral que muchos no tengan nada y que pocos tengan mucho. Para medir esa distribución del ingreso existen variadas formas pero la más comúnmente conocida es el coeficiente de Gini, el mismo que calcula la equidad/inequidad sobre un intervalo que va desde cero a uno, siendo una sociedad más equitativa aquella que más se acerca a uno y una menos equitativa aquella que más se acerca a cero. No obstante, el correcto análisis realizado hace pocos días por Vicente Albornoz en su columna de este medio, es útil incorporar algunas reflexiones.
Se puede presentar una economía donde una gran mayoría ya no es pobre y muy pocos son ricos, con lo que asomaría como “injusto” que unos pocos tengan millones de dólares y la gran mayoría tengan patrimonios infinitamente menores. Pero, ese segmento que posee patrimonios infinitamente menores a los que tienen los ricos, no es perjudicial sino beneficioso, pues la gran mayoría de las personas ya cubre sus necesidades básicas, aunque unos pocos concentren la mayor cantidad de la riqueza.
Si el 5% de la población tiene patrimonios superiores a un millón de dólares, pero la gran mayoría tiene educación, salud, seguridad y justicia de calidad, ¿cuál es el problema que pocos tengan bastante? Si esas pocas familias o reducido grupo de personas tienen conglomerados empresariales que cumplen con las normas legales, tratan bien a sus empleados y colaboradores, cuidan el medioambiente y principalmente invierten y contratan permanentemente trabajadores, ¿por qué “quitarles” parte de su patrimonio argumentando que eso es injusto? Más bien deberíamos cuidar a los empresarios pequeños y grandes para que todos, sin excepción, generen crecimiento económico y empleo.
‘El Capital’ , el famoso libro de Carlos Marx, aborda el tema de la plusvalía como el excedente que se apropia el propietario de los medios de producción del esfuerzo que genera el trabajador o, que el trabajo del proletariado genera un excedente que no recibe el proletariado sino el capitalista. Este es un enunciado obviamente marxista, que repiten de memoria los fans del Gobierno defendiendo tesis caducas de hace más de un siglo. El mundo de hoy es del libre comercio y del libre flujo de capitales, donde las economías son abiertas al exterior no cerradas, donde la tecnología cumple un rol primordial, donde las fronteras casi no existen y donde la globalización es parte del presente, hasta en la ya mal llamada China comunista.
Buscar quitar a unos y dar a otros sin promover más riqueza es lo más parecido a comportamientos de personas envidiosas, con complejos y claramente mezquinas. Lo que me preocupan son los pobres no los ricos.