Ha transcurrido un año en cámara lenta, dentro de un contexto complejo debido a las turbulencias políticas, la corrupción, el terrorismo de los narcotraficantes, el déficit fiscal dejado por Correa, las obras inacabadas y fallidas, la ruptura dentro de alianza país que se diga o se calle afecta a la gobernanza, cuya implosión todavía no se ha decantado como para tomar decisiones durables y de consuno con la Asamblea Nacional.
Además –salvo pocas excepciones- hay escasa experticia en el ampuloso gabinete ministerial, conformado sin sentido de equipo, sin estabilidad ni cohesión para desarrollar técnicamente una acción fructífera.
Como no hay un programa definido y claro unos ministros dicen lo que piensan hacer y no hacen, otros reman en sentido contrario y unos pocos promocionan algunas acciones con declaraciones populistas y cifras poco creíbles. Esto contribuye a la descoordinación con lo que expresa los lunes el presidente Moreno, por lo que, debido al poco tiempo que él puede dedicar a la funcionalidad, es necesario que haya algo así como un superministro encargado de la operatividad, con apoyo político fuerte, don de mando y altas ejecutorias, una especie de locomotora que traccione a los vagones para que marchen las cosas.
El ministro responsable de la política petrolera anunció sus intenciones de renegociar las preventas petroleras, pero no hay ningún resultado.
Ahora que el precio del petróleo bordea los 70 dólares por barril no se sabe en cuánto están facturando las entregas a los chinos y cuál sería el costo de un préstamo que se use para retirar los compromisos de la preventa petrolera.
El anuncio del presidente de disminuir la brecha fiscal en USD 1.000 millones de dólares anuales fue adecuado, pero sería bueno saber cuánto hemos dejado de gastar en este año de gobierno, toda vez que la puesta en ejecución de una política de austeridad es compleja y tiene que ser rápida, porque si se sigue malgastando el gobierno perderá credibilidad y continuaremos con un simple desarrollo vegetativo basado en más deuda cara.
Deuda siempre habrá porque conviene financiar el desarrollo con ahorro externo, pero lo correcto es que el crecimiento de la economía sea más dinámico que el de la deuda externa y que la negociación de una nueva no se vea influida por intereses creados que no ven el bien común sino el particular.
Lo importante es que vengan inversiones para que el país consiga un desarrollo auténtico y eso se logra solo a base de confianza en el respeto a las reglas del juego. Si hay crecimiento habrá con qué pagar la deuda y el costo de la deuda ecuatoriana bajará y habremos salido del círculo tortuoso en el que estamos.
Que la conducción económica con criterio social sobrepase la politiquería subalterna, para recuperar el tiempo perdido, son nuestros mejores deseos.