Como entre nosotros es sabido que no abundan los lectores de obras literarias en cualquiera de sus géneros, las librerías de Quito son en extremo limitadas si se las compara tan solo con las de Bogotá y, para colmo, no contamos con críticos de buen nivel que orienten nuestras lecturas, el resultado suele ser la soledad mediocre que se la siente en los hombros caídos de los lectores quiteños. Como antídoto, a un grupo de médicos se nos dio por crear una tertulia de lectores que ha venido funcionando sin interrupciones a partir de enero de 2008, en reuniones por lo general mensuales. No siempre asisten todos, las más de las veces por hallarse fuera del país cumpliendo actividades profesionales. Eso sí, retornan con libros bien recomendados, de gran crítica, ineludibles en un foro que ha ido adquiriendo rigores y exigencias. Tales novedades contribuyen a situarnos con familiaridad en la aldea global, concepto que bien le corresponde al mundo de las letras al momento presente.
Lecturas develadoras de enigmas las relacionadas con la historia, al menos la oficial, la que todos más o menos conocemos. Ni qué decir tiene que cuando tales enigmas develados iluminan las sombras por las que ha transitado la historia nacional en parte de sus capítulos, el efecto enriquecedor se duplica y las neuronas de uno trabajan con mayor oxígeno en el afán de comprender mejor la propia circunstancia.
El registro de los linajes de los señores del Tahuantinsuyo, las estirpes, las panacas, se inician siempre con la mención de una mujer -la mama, la reina consorte-. Son ellas, las mujeres quienes daban legitimidad a las descendencias que iban sucediéndose. Algunos Incas se avenían a ser continuación de una estirpe. Otros, por los méritos que se les reconocía, decidían ser el inicio de una nueva panaca. Por Juan Cordero sabemos que Huayna Cápac mandó traer del Cusco la momia de su madre con el fin de que reposara en la espléndida Tomebamba Imperial. Con tal presencia, opinamos ahora nosotros, luego de leerle a María Rostworowski, se iniciaba el registro de una nueva estirpe, una panaca que así se legitimaba.
Trágico el destino de Atahualpa. Según Tamara Estupiñán, en una modesta construcción, cuyas ruinas fueron encontradas en Sigchos, Cotopaxi, fue colocada la momia del Inca quiteño, traída desde Cajamarca. ¿Por qué en Sigchos y no en Caranqui? ¿Por qué en Cotopaxi y no en Chimborazo, espacio de la familia Duchicela de la que provenía Paccha la madre de Atahualpa? Paccha, personaje femenino que pudo haber sido el inicio de una panaca quiteña. La posible explicación: porque quiteños y puruhuayes se aprestaban para la batalla final de Tiocajas y no estaban para nada más. Luego vino el desastre. Según Stuart Stirling, la saña del conquistador sobre las mujeres de la familia imperial.