¿Lecciones aprendidas?
Quizás no sea una coincidencia que las tres economías que más han crecido en la última década en la región sean la de los países que han tenido serias crisis en el pasado reciente, al menos dos de ellos con la presencia de grupos armados que tiñeron de sangre sus suelos y provocaron pérdidas irrecuperables.
Chile, en los setenta, vivió la toma del poder por parte de los militares que entraron a dirimir una crisis política causada por la intransigencia, en ese entonces, de los sectores políticos. La dictadura con un control férreo alcanzó ciertos logros en el plano macroeconómico, pero a costa de represión, desaparecidos y exiliados. Con el retorno a la democracia los grupos políticos que se sucedieron en el poder, en lo sustancial, no han modificado mayormente el modelo heredado pero se han hecho avances en lo social. Sería inadmisible pretender que, el solo logro económico, justifique cualquier tipo de excesos, provengan de donde provengan.
La mayoría de chilenos al parecer así lo han percibido y por lo que se observa en sus debates, las disputas que mantienen en defensa de sus puntos de vista, las realizan encuadrados en lo institucional. El recuerdo de las consecuencias de tensar la cuerda hasta el extremo, conducirá a la conclusión que la democracia ganada es el mejor sistema y que los consensos se imponen a la alternativa de negar voz a los contrarios.
Perú es el otro caso emblemático. Una guerra fratricida impulsada por un grupo de fanáticos paralizó al país por más de una década. Lo superviniente, un Gobierno que trastocó la firmeza en abusos inaceptables. El fujimorismo empezó el tránsito de la transformación económica del país pero los atropellos cometidos, salpicados por los escándalos de corrupción protagonizados por cercanos al poder, deslegitimaron al Régimen.
Los mandatarios que le sucedieron han sido cuidadosos en continuar políticas que han cambiado la cara del país. Falta mucho aún para incorporar a las inmensas mayorías al bienestar. Pero por lo visto hace poco los peruanos son reticentes a experimentar modelos que desmonten un esquema que les ha traído enormes beneficios.
Colombia, al final no existe mayor consenso en la población que coincidir en lo nefasto que ha sido para el país una guerra de 40 años impulsada inicialmente en las disputas del campo, apadrinada luego por la efervescencia insurgente posterior a la toma de La Habana, para terminar siendo la disputa de territorios destinados al comercio de estupefacientes.
Hoy por hoy, el país del norte muestra otra imagen. Parecería que finalmente el diálogo acallará a las armas. Pero pese a todo, con conflicto incluido, el esfuerzo de los colombianos no medró y ahora se han impuesto como objetivo convertirse en la tercera economía de la región, realizando todos los esfuerzos posibles para alcanzar dicho objetivo.
Al momento estos países muestran resultados que lucen interesantes más aún, si se tiene en cuenta que no han considerado desbaratar la institucionalidad. Algo extraño por estos lares.