Vivimos algo parecido a lo que sucedió en octubre 2019, cuando sentimos la insensatez, la rabia y la bravura del señor Jaime Vargas. Quien exhortaba al golpe de Estado diciendo: “Señores de las Fuerzas Armadas, quítenle el apoyo a ese patojo de mierda”. Dirigente indígena enfurecido, que quería su ejército propio. Algo parecido a las FARC o al ejército zapatista. Recordemos la frase del fanático que atentó contra la vida del periodista Fredy Paredes, como si nada, dijo que fue “un momento de coraje”. Los violentos que desconocieron la ley e incurrieron en varios delitos penales. Luego, la demagogia legislativa a nombre de la reconciliación, les otorgó una amnistía maloliente de impunidad.
El caudillo que tanto daño hizo al país, maltrató al movimiento indígena, les descalificó de “adefesiosos”, “ponchos dorados”, “soberbios”, “engreídos”, “golpistas”, “extremistas”, “indeseables”. Desde el poder omnipotente y en expresión racista gritó: “si ven pasar a un indígena a su casa, será como empleada doméstica a lo sumo”. Qué paradoja. Quien los persiguió, criminalizó y humilló, les arrebató su sede, ahora los acompaña en una irresponsable conspiración.
¿Qué los une a más de sus pasiones?, La desmesurada testarudez del señor Iza que no tiene identidad con los valores de la democracia. Los une un impulso por la fuerza y la imposición. “Bajarse” a Lasso sin que les importe la quiebra de la democracia. Al uno le sirve para la impunidad. Al otro, para su credo mariateguista. Ahí, juntos, en el extremo de los violentos. El uno desde el autoritarismo, y el otro, desde el escondrijo del ensueño por el “comunismo indoamericano”. Es cierto que el gobierno ha cometido errores y no advirtió sus debilidades. Pero no cabe aceptar en democracia, que una minoría con capacidad destructiva, pretenda imponerse por la fuerza del tumulto y el bandidaje. La movilización callejera no puede sustituir el voto ciudadano.