“La pelota que arrojé/ cuando jugaba en el parque/ aún no ha tocado el suelo”, versos de Dylan Thomas que abren el filme “El lado oscuro del corazón” de Eliseo Subiela (Buenos Aires, 1944-2016). Celebración de la poesía, el amor y la muerte. Su ritmo está dado por el amor, una fina estirpe de amor que asoma mediante dibujos de muerte, soledad, noche, y también música.
Los tres protagonistas: Oliverio, Ana y la Muerte. Oliverio, un poeta desgarrado por sus delirios existenciales que busca una “mujer que sepa volar” (la perfección en el “otro”). Oprimido por la realidad, vende publicidad o canjea poemas por comida.
Ana es prostituta de cabaret. No cree en uniones duraderas pero puede obrar milagros. La Muerte espera que Oliverio olvide las palabras de vida, agotando sus sueños, el mejor atajo para alumbrar verdaderos muertos. “Qué sería de vos sin mí/ pregunta la Muerte/ yo no existo por mí misma Oliverio./ Cuándo vas a entenderlo”.
Juego de distancias, los personajes atraviesan lejanías para sentir que están cerca. Ingenio para confinar pasiones con palabras. Lienzo en barroco claroscuro en el que Subiela extiende la poesía de Girondo, Gelman y Benedetti. El espectador sale vivificado con el agua bendecida de la poesía: lo que dura y nos alienta, la conciencia del vacío.
Oliverio provoca a la Muerte: “Sabés, me parece que sos una muerte de acá. No sos una muerte guerrillera. Sos una muerte cola de jubilados, una muerte tristeza de manicomios, una muerte de barrio y de programas de televisión. Una muerte mediocre. Anónima. Cobarde. ¿Por qué no te comprás un lindo vestidito y vamos a emborracharnos, y te digo esas cosas que no te dijeron nunca? Si Dios existe, te lo va a perdonar. Y si no, vivís un poco. Y yo quedaría como el hombre que venció a la Muerte enamorándola”.
Fascinante metafísica de arrabal. Realismo maravilloso en un espléndido poema visual sobre lo que somos acá por nuestros lares, en eleterno relato del amor.