La renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la Presidencia del Perú se cierne como la nueva decepción en la honda crisis política latinoamericana.
Varios elementos para la reflexión. Primero hay que decir que PPK con un aire de dignidad -ajeno en otros mandatarios peor librados en las severas acusaciones de corrupción ( léase, más embarrados)- decidió poner la renuncia antes de que el Congreso lo defenestre.
Un tema que inquieta para el caso de PPK es que el ahora exmandatario peruano es uno de los políticos del continente más preparados académicamente y cuya palabra y puntos de vista fueron siempre muy respetados, lo cual hace más grave la condición que le llevó al abismo.
Otro tema significativo es que los anteriores mandatarios del Perú afrontan problemas con la justicia de distinta magnitud pero por causas conexas: el telón de fondo, la gigante empresa constructora cuya penetración en el sistema político latinoamericano -y de otros países- ha acabado por manchar a varios altos cargos – en este caso sin límites fronterizos, una fiebre continental o transnacional y sin distingo de las convicciones ideológicas de los salpicados.
Para el caso del Perú, Ollanta Humala se halla detenido, Alejandro Toledo -que vive en California-, demandado por la justicia, Alan García, señalado, y parece ser que hasta Alberto Fujimori, condenado por crímenes de lesa humanidad e indultado recientemente, podría estar envuelto.
Además, en cuanto al escándalo que arrastra a PPK, se encuentran aspectos que se repiten como un hado fatal. ¿Quién no recuerda la potencia política que despertaron en su momento los Vladivideos? La perversidad de Vladimiro Montesinos, su capacidad de manipulación y compra de conciencias con fajos de billetes, de políticos, empresarios y hasta de potentados de medios de comunicación sacudió el Perú cuando se revelaron los videos. Antes, le dio gobernabilidad efímera al presidente Alberto Fujimori pero luego cavó su tumba política. Los métodos siniestros del oscuro agente y poderoso operador de antes hoy se reproducen con fidelidad asombrosa.
Los diálogos sobre el ‘canje’ de los votos para liberar a Kuczynski de la censura del Congreso en diciembre, a cambio de la oferta de obras para las jurisdicciones de los diputados es un método, acaso menos grotesco en las formas, pero tan corrupto como entregar dinero contante y sonante.
Y como actores principales de la tragicomedia, dos políticos de alta figuración: Keiko y Kenji Fujimori, ambos hijos del condenado e indultado ex presidente y exdictador. Keiko Sofía, dos veces candidata presidencial. Kenji, el político con más alto reconocimiento en las encuestas. Dos hermanos enfrentados por la ambición del poder por cuya pugna la fosa política en que cayó Kukzynski se hizo más profunda.
La crisis de gobernabilidad que PPK quiso conjurar con su renuncia acaso tenga peores derroteros. Odebrecht y la ambición hicieron su tarea demoledora.