La juventud árabe despierta
Hace poco, el Presidente de Túnez, Ben Alí, salió del país al que había gobernado por 2 décadas, llevando una fortuna y dejando detrás un pueblo empobrecido.
Egipto se encuentra en una encrucijada similar. Después de treinta años en el poder, el Presidente Mubarak anunció que no buscará una nueva reelección. El pueblo le había pedido insistentemente que respete la independencia del poder judicial, según un estudio de la Rand Corporation.
El Rey de Jordania acaba de destituir al Primer Ministro y ha solicitado al nuevo Gobierno que adopte inmediatos cambios sociales. Marruecos siente también las presiones de la insurgencia popular. El Presidente de Yemen, en el poder desde hace mucho, ha anunciado que no buscará ser reelecto. En Mauritania, Siria, Argelia, Sudán y Libia se observan los efectos retenidos de una crisis mientras los problemas políticos afloran a causa de los malos manejos de la economía. (En nuestra América Latina, en cambio, el Presidente Chávez anuncia que entregará el poder ¡a Chávez!)
¿Qué pasa en el mundo árabe? Es la pregunta que flota en el ambiente internacional, cuya respuesta no es simple ni fácil de identificar.
Ben Alí y Mubarak, líderes indiscutidos, recibieron más del 80% de votos en las últimas elecciones. Considerados adalides de procesos opuestos a los fundamentalismos que arrasaron Afganistán e Irán, han gozado de la simpatía y el apoyo de las potencias occidentales. Mubarak ha sido, además, pieza clave en las negociaciones entre Palestina e Israel.
Sin embargo, la juventud árabe, con buena educación y sin empleo, ha perdido el miedo al poder y ha llenado plazas y calles con manifestaciones. Logró en pocos días crear fisuras en los regímenes autoritarios, que no admiten composturas superficiales. Los jóvenes quieren resolver con firmeza los problemas políticos y económicos. La crisis económica les ha golpeado duramente. Abiertos a la globalización, piensan de manera distinta a las tradiciones ancestrales. Algunos creen que el modelo de Dubai o Qatar, modernos y emprendedores, se irá imponiendo.
Mientras los reinos de Jordania y Marruecos han resuelto reorientar su política, otros regímenes, confundiendo inflexibilidad con entereza, se niegan a reconocer sus errores: el pueblo volverá a darles la lección que no quieren aprender de la historia, sobre todo si sus métodos represivos se exacerban frente al peligro de la desestabilización.
El efecto “dominó” en el mundo árabe podría llegar a compararse al que se produjo en Europa Oriental al caer el muro de Berlín. “Estamos presenciando -ha dicho un analista- el triunfo del poder del pueblo sobre la inercia del poder político”. Para crear un Estado más libre, ético y democrático, según “Foreign Policy”, la juventud árabe está dispuesta a entregar la vida.