Lavrenti Beria o hasta el popular Condorito pueden ser claves históricas o de historieta para comprender la ubicación, en el poder actual, de Ricardo Patiño. Es necesario por tanto, escrudiñar entre el maestro de la intriga francés, la tenebrosa maldad del represor soviético o la figura de la tira cómica chilena. En los dos primeros casos los personajes fueron capaces de todo, pero sabían quién era el jefe y tenían plena conciencia de la ventaja de una sumisión inteligente, así como de la temporalidad de sus mayordomos. Nunca fueron títeres, sino sagaces, oportunos y dotados de una extraordinaria clarividencia para moverse en las tinieblas, la penumbra y hasta en esos laberintos que según Ernesto Sábato operan los ciegos. Sabían más que ninguno en sus épocas, la diferencia entre el poder y la muerte, pues el primero siempre es transitorio y la otra – por circunstancias aún desconocidas – irremediable.
Condorito es diferente. Resalta que es bueno hasta la tontería y sus ojos desorbitados son testimonios -no comprobados plenamente- que el romanticismo alguna vez rozó la política; en tal sentido puede ser usado, ubicado y manipulado en aras de los designios superiores del poder en cualquier lugar del planeta Tierra.
Esta forzada alegoría puede ser aplicada para indagar por la real dimensión de una de las figuras políticas más protagónicas del actual gobierno. Ha estado en múltiples cargos, siempre sin tener derecho a un destino definitivo. Pertenece a una nueva generación, se conoce de su formación ideológica incluso se dice que formó parte de las brigadas que defendieron al sandinismo, antes de que cayera en la degeneración y corrupción actual del orteguismo. En su palmarés consta que sobrevive a diferencia de aquellos, que como Acosta y Larrea, devorados tempranamente por un padre político convertido en un Cronos insaciable del siglo XXI.
Probablemente por las intrigas del poder, Patiño ha sido excluido del círculo directo de Carondelet y ubicado en la Cancillería donde se sabía que no contaba con los conocimientos ni las dotes para un ejercicio profesional de tan alto calibre.
Sin embargo, luego de varios percances ha sobrevivido y según parece retoma el control político de la situación, hasta el punto de que fue objeto de un inusual elogio por parte del Primer Mandatario en la sabatina del 12 de noviembre.
Por sus conocimientos históricos debe recordar que el perverso Bería – culpable o no de la muerte de Stalin- no midió el poder latente del politburó de Kruschev, Malenkov, Molotov y otros, terminando como sus víctimas en el paredón. Por eso se duda si la presencia de su hermano – experimentado y combativo- haya sido ubicada a su pedido y no por una perversa jugada desde los círculos adversos de Carondelet. Caso contario deberíamos volver a repasar las páginas de Condorito, pues algo se nos pasó.