La ausencia de un consenso que permita elaborar tipologías sobre la situación que atraviesan varios países sudamericanos, obliga a repasar algunos rasgos comunes del pasado y detectar graves anomalías del presente.
En primer lugar, la vigencia de un presidencialismo sin los sustentos legislativos que coadyuven a viabilizar el poder y, por ende, desarrollar la capacidad de gobernar, es un mal que hasta la fecha solo tiene remedio en una sola fuerte.
Es la corriente populista que compense cualquier tendencia a la desestabilización, mediante una consistente adhesión y movilización.
Debe añadirse a este preámbulo que, junto al justificado, pero inevitable anatema a las huestes populistas, ha surgido un añejo maniqueísmo retornando a la vieja terminología de la Guerra Fría: derecha e izquierda. Es decir que los nuevos casilleros que se incorporan con diferente ropaje, pero en el mismo cuerpo, son el populismo y el bipolarismo de izquierda y derecha.
Embargo, a pesar los malos presagios y la percepción apocalíptica de que se acerca el final, hay diferencias que apunta al cambio y al futuro protagonizado por actores diferentes: jóvenes, mujeres, diversidad de géneros, pobladores y campesinos. Muchas veces no saben o lo que quieren, pero nada que se parezca al pasado. Las pruebas tan a la vista en las urnas de Chile, Ecuador y Perú.
En su momento el marxismo logró superar el pacto Nazi- URSS. Albert Camus, Octavio Paz y muchos otros célebres intelectuales abandonaron el catecismo del Comité Central del Partido dictado desde Moscú. Ahora, con igual esfuerzo la derecha sacrifica a brillantes intelectuales para confiarse en el antiguo abecedario del Consenso de Washington y luego, convirtieron en un tonto infierno al ingenuo Foro de Sao Paulo. Otra vez la historia demostró que la inteligencia intelectual no constituye por sí mismo la calidad intelectual. Con “ Conversación en la Catedral’ y los relatos románticos con la Tía Julia había cumplido, Mario Vargas LLosa.
En el Ecuador se dio el extraño caso de que hubo la oportunidad de dar un paso atrás en la neo versión y en los fanáticos libertarios, pero en los tramos finales de la campaña optaron por un centro político liderado por el candidato triunfador Guillermo Laso. Caso contrario iban a parar a un bar, con bandoneón y todo, los socialcristianos a entonar siguiendo a Le Pera y Gardel “Cuesta abajo en a la rodada”.
En un compás de espera que siempre le otorgan los primeros 100 días de gobierno no hay todavía atisbo de un balance para evaluar lo que se eligió, salvo buena voluntad y compromisos. Todavía no superan la etapa de jugar ajedrez con fichas iguales y redondas.