¿Qué ha convertido a Leonidas Iza en el antagonista perfecto de Guillermo Lasso? Basta mirar una serie de oposiciones binarias, a veces subjetivas, para saberlo: rico/pobre; blanco/indio; costeño/serrano; viejo/joven; conservador/rebelde; frágil/robusto; élite/pueblo; culpable/víctima; neoliberal/comunista; sin carisma/carismático…
Por si fuera poco, Iza es el abanderado de una causa que tiene 500 años y que lleva a la victimización y a la revancha de los explotados. Usa, además, consignas incendiarias e irresponsables pero que pegan fácilmente; y ha probado que es capaz de ir hasta las últimas consecuencias, es decir, hasta la destrucción física del sistema capitalista y sus instituciones clave, como la Contraloría.
Tal como Pedro Castillo, ese maestro campesino postulado por un partido marxista en el Perú, Iza aparece como el líder de los que no tienen nada que perder, y lo hace en medio de una aguda crisis económica, donde su antagonista, el presidente, ha sido estigmatizado con los Pandora Papers.
Para redondear su imagen de agitador callejero con un toque académico, Iza expone algunas tesis marxistas en un libro de lujo, escrito con dos intelectuales. Su lanzamiento, acolitado por el hermano correísta del presidente, es un preámbulo de la revuelta.
Alexei Sherman, en cambio, es un escritor profesional cuyo libro ‘War Dances’, danzas de guerra, cayó en mis manos por azar. Pero apenas empecé a ojearlo quedé atrapado por esos cuentos narrados desde el punto de vista de un indio Spokane que había crecido en una reserva indígena de EE.UU. y a fuerza de talento y trabajo superó enfermedades y limitaciones, llegó a la universidad y se dedicó a escribir y dar clases y empezó a ganar importantes premios y becas.
En este libro hay relatos de antología como ‘Breaking and Entering’, donde un chico negro se mete a robar en el apartamento de un escritor indio (alter ego de Sherman), quien lo ultima sin querer y desata el conflicto entre dos etnias oprimidas. En ‘War Dances’, a su turno, es el padre alcohólico y diabético del protagonista quien se halla tendido en el hospital donde le han amputado un pie, mientras otro indio ejecuta una danza ridícula con plumas de águila. Todo es narrado con diálogos burlones, cargados de autocrítica sobre los indios, que nos recuerdan las ironías sobre sus personajes judíos con las que nos divertía Woody Allen.
Y tal como Allen, un Sherman en la cumbre de la fama será derribado por acusaciones de acoso sexual en pleno auge del movimiento ‘metoo’. Sí, parece otro conflicto entre minorías salido de la pluma del mismo escritor, cuyo talento no garantiza una conducta impecable.
Es que los libros de ficción o de política corren por un andarivel distinto que la vida de sus autores, a quienes la realidad se encarga de desnudar una y otra vez.