A fines de 1917 arrancó la anterior gran pandemia, la mal llamada “gripe española”. Para fortuna del Ecuador, cuando llegó a nuestro país estábamos relativamente bien preparados, en gran parte, gracias al trabajo de don Isidro Ayora, médico y concejal de la época que, años después, llegaría a la Presidencia de la República.
La gripe inició su rápida expansión mientras el mundo todavía se hallaba embarcado en la I Guerra Mundial. Ante el alarmente número de muertes de soldados en las trincheras, las potencias beligerantes prefirieron mantener en secreto el tema. Pero en España, que se mantuvo neutral, los servicios de salud pública no tuvieron ninguna restricción en la publicación de datos.
Por eso es que los primeros reportes (no censurados) sobre la gravedad de la situación aparecieron en España y de ahí vino el (no tan merecido) nombre de la gripe.
Entre 1917 y 1920, la pandemia causó un altísimo número de muertes, entre 20 y 50 millones, y se expandió por todo el planeta. Inevitablemente iba a llegar al Ecuador y el gobierno decidió prepararse para la eventualidad. Así, en octubre de 1918, José María Ayora, ministro de gobierno y sanidad, solicitó a su hermano Isidro, decano de la facultad de medicina de la Universidad Central, recomendaciones para frenar la gripe que ya estaba causando estragos en Bogotá y Lima.
Las recomendaciones del médico Ayora lograron que la población esté informada y que la ciudad de Quito se organice identificando a los médicos y a los estudiantes de los últimos años de medicina que podían ayudar, creando una policía sanitaria, disponiendo que el municipio pague las medicinas de los pobres, alargando los horarios de atención de las farmacias y previendo el cierre de colegios, escuelas e iglesias.
La información que se dio a la población incluía, entre otras cosas, la recomendación de mantener abrigados a los enfermos para derrotar al virus con calor, una de las pocas herramientas que se tenía en la época.
Parecería que el virus llegó al Ecuador a través de Guayaquil en diciembre de 1918, donde, afortunadamente, el clima cálido limitó muchísimo la expansión y gravedad de los contagios. Pero en Quito, donde la enfermedad llegó por pasajeros del tren que se habían contagiado en el Puerto Principal, el clima frío facilitó el rápido contagio y mucha gente cayó gravemente enferma. Son escasos los datos que se tiene de defunciones, pero se sabe que cerca de un cuarto de la población de Quito se contagió.
Las preparaciones para la llegada de la gripe española contrastan mucho con la falta de acción antes de la actual pandemia, cuando virtualmente no se hizo nada hasta que llegó el supuesto “paciente cero”. Queda mucho por explicar.