Le pregunto qué es lo que está mostrando, y el estudiante, muy joven, de décimo de educación básica, me describe su invento: es un calefactor eléctrico. Este estudiante, junto a otros 190 expositores, compañeros de otros cursos de la Unidad Educativa Intercultural Bilingüe “Jatari Unancha” de Cotopaxi, exhiben sus creaciones en la Casa Abierta Sinchi Yuyay, en el Coliseo de la Pontificia Universidad Católica de Quito.
Los estudiantes, en coincidencia con el Inti Raymi, fiesta de la cosecha, nos comparten los resultados de su trabajo, la mayoría inventos tecnológicos eléctricos o mecánicos ligados a necesidades productivas locales agrícolas o industriales, también de comercio de alimentos, medicina natural y nuevas creaciones de vestimenta tradicional para la juventud indígena.
En el fondo es una exhibición de trabajo, talento y creatividad de un proyecto educativo local que tiene más de 40 años de vida dirigido por el padre José Manangón, quien ha convocado y recibido apoyo de universidades y politécnicas en esta minga por el mejoramiento de la educación rural.
La presentación pública en Quito de esta Casa Abierta, es para decirle simbólicamente a la gran ciudad, que el pueblo indígena no solo viene a protestar, sino también a mostrar, en el emblemático coliseo de la PUCE, que en la ruralidad se desarrolla la inteligencia, la creatividad, la tecnología y la mejora de la calidad de vida.
Ciertamente este hecho es una demostración también de que hay buenas noticias en el país, que hay razones para la esperanza, ya que en silencio se está haciendo una revolución educativa en Zumbahua y Cochabamba sin pedir permiso al Estado ni a los gobiernos. Cambio educativo basado en el ayllu, en la comunidad y en la filosofía andina.
Como esta hay otras experiencias educativas innovadoras en el país, aunque dispersas. Pero como dice el padre Manangón, es hora de unirnos y de construir desde abajo un proyecto educativo de largo aliento, que llegue a todos en el campo y las ciudades.