¿Integración que desintegra?
Hace pocos días, el canciller chileno Heraldo Muñoz hizo una propuesta que, a primera vista, podría parecer atractiva: buscar mecanismos de convergencia e integración entre la Alianza del Pacífico (compuesta por el Perú, Chile, Colombia y México) y el Mercosur (compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela y Bolivia).
‘Integración’, sin embargo, es una palabra que puede entenderse de muchas maneras. Creemos en la integración entendida como el esfuerzo de los países por levantar las barreras que dificultan que sus ciudadanos migren, muevan su capital o comercien entre una nación y otra. Creemos en la integración como sinónimo de libertad, porque esto brinda a la gente mayores posibilidades de decidir dónde vivir, de hacer negocios, de enriquecerse culturalmente y, en general, de mejorar sus vidas.
Esta concepción es la que, precisamente, comparten los miembros de la Alianza del Pacífico. Y les ha permitido que, en solo dos años y medio de creada, hayan convertido a la organización prácticamente en una zona de libre comercio y tránsito.
Este significado de integración, sin embargo, no ha sido compartido por todos los bloques regionales. La Comunidad Andina (CAN) es uno de los mejores ejemplos de esto. Los países del Mercosur tampoco entienden la integración como la entendemos los peruanos, que además de formar parte de la Alianza del Pacífico desde hace más de 20 años venimos abriendo al mundo entero nuestro comercio.
El Mercosur es un bloque que busca proteger a las industrias de sus países miembros de la competencia de otros países. Por eso es que tiene un arancel externo común para terceros estados.
La razón por la que la CAN y el Mercosur funcionan de esta manera tiene que ver con la filosofía que inspira los modelos económicos de varios de sus países miembros.
La mejor prueba de qué poca apertura de mercado puede alcanzarse con los países del Mercosur es que ya estamos juntos en otra iniciativa de integración que, hasta el día de hoy, no ha podido integrar nada: la Unasur. Esta organización para lo único que ha servido es para realizar declaraciones líricas de unidad latinoamericana y legitimar las acciones abusivas de autoritarismos de la región como Venezuela. ¿Qué nos hace pensar que sería distinto esta vez?
Por eso, hay que tener cuidado con tratar de ‘integrar’ a los países de la Alianza del Pacífico con los del Mercosur. Si ellos quisieran reducir sus barreras arancelarias y paraarancelarias para que los ciudadanos de todos los países puedan comerciar más fácilmente, enhorabuena. Pero lo más probable –conociendo el lado por el que se decantan ideológicamente– es que no sea eso lo que tengan en mente.
El Perú tiene que seguir acercándose a todos los países que, como él, estén dispuestos a abrir sus fronteras. Y, para eso, debemos ser cuidadosos con a quién invitamos a la Alianza del Pacífico, no vaya a ser que la terminamos convirtiendo en otra de esas iniciativas de integración que solo desintegran.
El Comercio de Perú, GDA