En algunos círculos se expande la idea que la democracia está enferma. La crisis de los partidos políticos -que ahora son populistas de derecha o izquierda-; el auge de los fanatismos y totalitarismos; la crispación de los líderes que atizan las guerras de aranceles y las guerras promovidas por el armamentismo; la inopia de la ONU; y, la situación irresuelta de los emigrantes…conmueven a la humanidad.
Esta enfermedad no da tregua. Los noticiarios repiten los flagelos del exterminio todos los días, a toda hora, casi al ritmo de las telenovelas y el fútbol, que entretienen y colocan el terrorismo como espectáculo, el dolor y la muerte en la misma parrilla.
¿Cómo nos inmunizamos ante tanta inhumanidad?
A los virus y bacterias biológicas -que mutan y se expanden- se unen los poderes de las farmacéuticas que compiten de manera sórdida, mientras otros virus -los de la corrupción, la impunidad y la violencia- afectan a los más pobres. Y si esto fuera poco, proliferan en el ámbito nacional las “vacunas” -curioso invento de las mafias-, que inoculan mentiras, amenazas y pagos extorsivos, y usan a niños y jóvenes, que los preparan en la nueva escuela: la del sicariato.
Entretanto, los políticos -salvo excepciones- siguen con sus manidos discursos clientelares y proclaman sin rubor los cambios de camisetas. Y el Estado -ese monstruo de mil cabezas- es el comodín para el ejercicio de intereses particulares y no los del bien común.
En el ínterin, las instituciones democráticas flaquean, por falta de liderazgos eficientes y éticos -las leyes sobran-, donde lo social yace carcomido por acciones reactivas, de corto plazo y huérfanas de proyectos nacionales.
A la política y los políticos les falta originalidad; arribar a consensos mínimos, metas claras y actitudes compatibles con una democracia de participación. El Ecuador requiere buenas noticias –seguridad, empleo, salud, educación, sostenibilidad, confianza-, y no los correteos diarios de las fuerzas del orden por caminos y plazas persiguiendo a criminales…después de las explosiones y asesinatos. ¡Y no con medidas preventivas, con acciones sociales emergentes!
¡Una campaña permanente de vacunación ética en la política y la economía es urgente!