El presidente electo de la Argentina, Mauricio Macri, que tanto entusiasmo y expectativa ha despertado en algunos sectores de la región por haber desbancado al peronismo kirchnerista y al cual yo me atrevo a llamarle solamente un populismo de derecha por sus antecedentes y su carrera política, no ha hecho mayores pronunciamientos de fondo en materia de la política exterior que emprenderá su gobierno.
Entre estos pocos, en todo caso, hay uno que merece ser analizado. Macri ha expresado que solicitará, en aplicación de la cláusula democrática vigente en el Mercosur, que Venezuela, miembro pleno de esta organización, sea sancionada por su comportamiento antidemocrático y atentatorio a los derechos humanos. Ha sostenido que hay una “persecución y abuso a sus opositores”, haciendo referencia a los adversarios políticos injustamente encarcelados por parte del gobierno de Maduro.
Ante estas declaraciones el Gobierno ecuatoriano ha reaccionado calificándolas como inapropiadas por constituir una “interferencia en los asuntos internos de Venezuela”.
Este contrapunto debe ser examinado. Primero, Argentina y su nuevo gobierno son libres de mantener o cambiar su política exterior pues tienen la legitimidad de las urnas y su presidente, como Jefe de Estado, es el responsable máximo en esta materia.
Lo único que limita su proceder es la Constitución, los principios del Derecho Internacional y los tratados internacionales suscritos por su país. Es precisamente en el contexto de uno de estos tratados, el constitutivo de Mercosur y en la cláusula democrática que los vincula, que Macri ha hecho una observación sobre la conducta democrática de uno de sus socios.
Segundo, no parece pertinente que un tercer Estado, no miembro pleno de Mercosur, como es Ecuador critique la posición argentina y tome partido por el Estado cuestionado, Venezuela. Es a Venezuela a la que le corresponde responder, si así lo cree pertinente. La afinidad político-ideológica entre Quito y Caracas no debe llevar a un incidente innecesario con un país con el cual, al margen del sesgo político de su flamante gobierno, nos conviene mantener una activa relación económica y política.
Y tercero, que es acudir al pasado para juzgar el presente, el fallecido presidente Chávez, él sí, tuvo un largo historial intervencionista. Pronunció, en 2006, palabras agresivas contra el candidato Alan García en el Perú para favorecer a su adversario Ollanta Humala que llevó a que Lima retirara su Embajador en Caracas. Similar conducta tuvo cuando intervino, en su momento, en asuntos electorales en México, Paraguay y Colombia, que generaron fricciones diplomáticas.
Y no olvidar: en nuestro propio país, en noviembre de 2006, hizo declaraciones injerencistas en la campaña que enfrentaba a los candidatos Correa y Noboa. El propio Correa las calificó de “inoportunas”.
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