Los ingresos que provengan de la minería tienen que ser ‘infarreables’, o sea, deben tener la característica de la “infarreabilidad”. En otras palabras, si el gobierno llega a tener ingresos provenientes de las minas, habrá que encontrar los mecanismos para que no se malgaste esos recursos como se ha hacho con los del petróleo.
Ojalá el país reciba muchos ingresos provenientes de la minería. Es más, hay que hacer todo lo posible para que así sea. Y luego, habrá que hacer todo lo necesario para que ahorre esos recursos.
Sí, hay que decir y resaltar esa palabra que tiene seis letras y que refleja todo lo que detesta el populismo. Hay que tener el valor de pronunciarla con convicción, casi con orgullo y con la certeza de que no es una mala palabra: ahorro.
El ahorro se volvió una mala palabra en el anterior gobierno, mientras que el despilfarro y la corrupción se volvían prácticas diarias y comunes. Y si queremos blindarnos de otra década farreada, habrá que encontrar la manera de inocularle ‘infarreabilidad’ a los ingresos que genere la minería.
Porque las dos últimas farras fueron legendarias. En ambos booms petroleros, el primero entre 1973 y 1981 y el segundo entre 2007 y 2014, el país se gastó hasta el último centavo de la plata que venía del petróleo y, adicionalmente, se endeudó mucho.
Entre 2007 y 2014, el petróleo producido en le país tuvo un valor cercano a los USD 140.000’000.000 (o 140 mil millones de dólares actuales). Pero a pesar de eso la deuda pública se multiplicó por 2,5 veces entre enero de 2007 y diciembre 2014 (por cierto, calculando correctamente el saldo de la deuda).
Y el país se llenó de burocracia innecesaria, carreteras con sobreprecio, refinerías inexistentes, empresas corruptas, facturas falsas y mil cosas más que aportaron al más absurdo desperdicio de recursos que hayamos visto, superando en varios órdenes de magnitud el desperdicio de los años 70.
El potencial minero del Ecuador parece ser grande y de una sola mina se espera recibir casi USD 8 000 millones en los próximos 30 años. Si bien los montos no se asemejan a los que generó el petróleo en épocas de Correa, siguen siendo montos muy significativos.
¿Cómo se puede evitar que nos los volvamos a farrear? Pues muy sencillo, creando un fondo de ahorro al que se destine el 90% de esos ingresos y que el Presupuesto del Estado se beneficie únicamente de los intereses que generen esos recursos. Y el 10% restante podría dedicarse a obras en las zonas cercanas a la actividad minera.
Esta idea tendría una ventaja adicional: dado que la entrega de concesiones mineras no beneficiaría inmediatamente a las finanzas públicas, habría menos urgencia por darlas, lo que reduciría la conflictividad que suele causar el tema.