Las conmovedoras fotografías del homenaje rendido por la cúpula de la ‘revolución ciudadana’, con la asistencia devota y solidaria de las más altas autoridades del Estado, al señor Pedro Delgado Campaña, “egresado de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador”, con “maestría en economía empresarial” obtenida en Costa Rica, “gran compañero, patriota, hombre honesto”, impoluto administrador de empresas incautadas y, por lo mismo, injustamente sometido a “linchamiento mediático” y “perseguido por banqueros corruptos”, por “sátrapas” y “miserables”, me parecen una burda imagen de cinismo público y colectivo: descalificación a los denunciantes, hipocresía, arrogancia, connivencia, mentira… ¿Qué significó ese homenaje de desagravio y reivindicación? ¿Acaso no fue un acto masivo de desafío y de cinismo? ¿Un acto de demostración de fuerza de un poder dispuesto a impedir la investigación y garantizar la impunidad? Los efusivos saludos, abrazos y reverencias de ministros y otros altos funcionarios públicos, la presencia diligente de burócratas, la ostentosa exhibición de tecnología, el agresivo despliegue del personal de seguridad, los discursos entre cursis y ramplones -“me enseñaste a contar el vuelto”-, hundidos en la injuria –“sátrapas”, “corruptos”, “miserables”- e indignados -“han publicado una falsedad y tendrán que responder ante la justicia”-, ¿qué son sino imágenes de cinismo? Es ingenuo aceptar como excusa la existencia de un error. Un grave error. No existe error cuando voluntaria y conscientemente se incurre en un acto contrario a la ética y la ley, manteniéndolo escondido por largo tiempo, con el innegable propósito de engañar y obtener inmerecidos beneficios. Una persona -cualquiera- que acepta un homenaje público de respaldo y de desagravio, que se mantiene en cargos administrativos de importancia y trascendencia a pesar de conocer a plenitud que ha cometido incorrecciones, ¿cómo debería ser calificada? Las fotografías que nos presentan al homenajeado sonreído y satisfecho, con una complacencia infinita y paradisíaca, ¿no son imágenes irrefutables de cinismo? “¡Todo nuestro respaldo a Pedro!” Una vez que el fraude ha sido confesado, ¿cómo deben ser juzgados los fallidos intentos de altos funcionarios de la ‘revolución ciudadana’ para desvincularse de su autor o justificar el incondicional apoyo antes ofrecido, basándose en un dudoso desconocimiento, cuando varias pruebas ya habían sido publicadas y una simple pregunta habría bastado para confirmarlas? ¿Cómo entender la pretensión de convertir en chivo expiatorio al insigne combatiente contra los “banqueros corruptos”? ¿No son acaso un esfuerzo de última hora para lavarse las manos y mantener íntegra una credibilidad irreversiblemente afectada? ¿No son una nueva demostración de cinismo?