El episodio que dio lugar a la aprobación por elMinisterio de la Ley de la reforma tributaria que regirá en el país en adelante, induce a reflexionar sobre el significado y legitimidad de las ideologías para la actuación de nuestros representantes.
Se ha analizado la forma como el sector cuestionador del proyecto presentado por el Presidente de la República sea quien facilite el afianzamiento del modelo económico neoliberal, al que se le conduce paulatinamente al país.
Poco importa dilucidar si funcionó la candidez, la ignorancia o un acuerdo solapado por develarse. Importa resaltar la frescura con la que actúan los políticos, quizás con excepciones, para desconocer lo que han prometido al pueblo en sus campañas y alentar el afán de ciertos sectores por deslegitimar las ideologías y sus valores en la conducción del Estado.
Este hecho, o parecidos, no es el primero en la historia de la legislatura ecuatoriana. Desde el retorno a la democracia han sucedido uno tras otro episodios que no honran a ese poder del Estado.
Luego de la caída del Muro de Berlín, ante la ausencia de alternativas inmediatas al capitalismo, las ideologías que representan a las llamadas Izquierdas y Derechas se enfrentan a la necesidad de adaptarse a la nueva composición del equilibrio mundial. En ese proceso se refuerza la tendencia a la conformación de nuevos tipos de ideologías, como las étnicas, las religiosas, de género y otras, reforzadas luego con la revolución tecnológica y las redes sociales.
Estos nuevos retos para la clase política ecuatoriana generan un aluvión de nuevos movimientos y partidos políticos -alrededor de 300- que tratan de posicionarse en el espacio que ofrece el agotamiento de la vieja izquierda y las nuevas formas que encuentra la derecha para renovar sus dogmas. Como resultado, la política ecuatoriana encuentra un gran espacio para proclamar ideologías electoreras, sin el compromiso por el cumplimiento de los objetivos que ellas ofrecen a la población.
La izquierda y la derecha se imbrican o al menos comparten idearios –el desarrollo económico, la superación de la pobreza, la solución de necesidades sociales- aunque en los hechos se diferencian en sus estrategias para influir en la población. La derecha se apropia del ideario de la libertad, el beneficio y el individualismo. La izquierda encuentra nuevos espacios en los derechos humanos, el medio ambiente y la defensa de las poblaciones en situación de vulnerabilidad.
La globalización, la revolución tecnológica, los cambios vertiginosos en las formas de producción y consumo –el consumismo- han sido el caldo de cultivo para el reino del fetiche del dinero, la riqueza, la acumulación rápida y fácil. Frente al ello, las ideologías pierden piso y se impone el mal llamado pragmatismo para conseguir objetivos que no responden al interés nacional. Y los políticos se ponen sus máscaras ideológicas para engañar al pueblo.
Así se hacen los acuerdos, sin ningún rubor.