Si algo de algo uno no se puede quejar es de la calidad de los secretarios de Estado de Barack Obama. Él ha tenido la suficiente visión para nominar no sólo personas con una clara visión del mundo y experiencia internacional, pero también y mucho más importante que lo anterior, pesos pesados en la política estadounidense, con suficiente legitimidad y fuerza para negociar en nombre de los Estados Unidos. Nunca fue tan cierto esto como con Hillary Clinton, quien terminó su trabajo el viernes. Y si uno está dispuesto a ver más allá de lo evidente, su paso por el Departamento de Estado cambió completamente la lógica de lo que debía ser la política exterior de un país. Para empezar, Obama puso a manejar las relaciones internacionales del país más poderoso del mundo a su mayor rival política dentro del Partido Demócrata. A alguien que tenía mucho más fuerza internacional y reconocimiento que él mismo y con esto mandó una señal inequívoca de confianza en sí mismo y de democracia interna.
La otra señal importante es que Hillary estaba ahí por ser la mejor persona posible para el cargo, no porque era una mujer. Simplemente, no había mejor opción que ella. Y Obama no se equivocó. Fue Hillary la que reinstauró una visión multilateralista en la política exterior estadounidense. No le fue fácil borrar todos los años de imperialismo y unilateralismo de la era Bush. Había demasiada desconfianza y justificados temores. En estos cuatro años, no ha habido acción internacional diplomática en la que EE.UU. haya impuesto su vía, siempre ha tratado de actuar con sus aliados cercanos, con el Consejo de Seguridad o en coaliciones ad-hoc para crisis humanitarias como la de Libia, Medio Oriente o la crisis en Siria, aunque sin resultados (por si acaso, ella no estuvo a cargo de los drones). Más aún, ella comprendió que los nuevos esquemas regionales, lejos de constituir un peligro, son piezas clave de la gobernanza global y por eso se acercó tempranamente a la Asean, a la Unasur, a la Unión Africana para trabajar con ellos, no contra ellos.
Lo que talvez ha sido menos conocido es que esta es la primera secretaria de Estado en trazar una línea transversal para su gestión llamada “mujer y desarrollo”. No es casual que en una de sus entrevistas de despedida dijo que una de las mujeres que más le impresionó de sus visitas a 112 países fue Carolina Trivelli, ministra de Desarrollo e Inclusión Social del Perú. Dijo que nunca vio alguien que tenga tan claro lo que se debe hacer y cómo hacerlo, pero sobre todo tanta pasión por lo que hace. Su premisa es empoderar mujeres como Carolina y ayudarlas con tecnología, apoyo, financiamiento para que su trabajo sea exitoso. Hillary predicó que no puede haber paz sin desarrollo, pero tampoco puede haber desarrollo sin inclusión y respeto a los derechos de las mujeres. Ese es el legado internacional de talvez la próxima candidata presidencial por el Partido Demócrata.