Hay muchos y muy buenos abogados en Ecuador. Estudios jurídicos grandes, medianos y pequeños. Aún se encuentran quienes ejercen la abogacía de manera individual. Todos los profesionales ganan y pierden procesos. Unos con argumentos sólidos, otros con ayuda externa. Unos abogados litigan más que otros. Para meterse en el intrincado mundo de los juicios civiles, penales, etc., no solo hay que tener conocimientos del Derecho, sino también picardía y rapidez mental para contestar las frases del oponente. No hay que ser timorato al expresar los criterios a favor del cliente. Tampoco hay que inventar teorías con el afán de obtener una sentencia a favor del defendido.
Ser buen abogado es cuestión de años de práctica, estudio y revisión diaria de las leyes y de la jurisprudencia. Ser abogado es defender la causa como propia, y dolerse cuando el juez no le da la razón. Es caerse con el cliente para levantarse con una nueva estrategia, siempre teniendo la Constitución y leyes en la mente.
Hay abogados y abogados. Aquellos que solo tienen contactos y pocos conocimientos, y otros que tienen más preparación que amistades. Pero dentro de todos los abogados que he conocido, me he quedado impresionado con la aparición de una persona que sin tener título universitario para ejercer la abogacía, lo está haciendo tan bien, que sugiero se le conceda un doctorado honoris causa en Derecho. Es asombrosa su capacidad para presentarse en los distintos juicios, y lograr sentencias en favor de sus auspiciados.
La semana pasada argumentó, a través de la televisión, en beneficio de dos ciudadanos en prisión por el tema de Cofiec, y horas más tarde, luego de haber permanecido casi dos semanas detenidos, los jueces de la Corte Provincial de Justicia de Pichincha ordenaron la excarcelación de los encausados. Hace un tiempo se presentó en un juicio civil, expuso ante los jueces a cargo del caso, y obtuvo sentencia favorable de la Corte Nacional de Justicia. El banco condenado a pagar cumplió la resolución, y el dinero de la indemnización salió del país.
Demandó, tiempo atrás, a un prestigioso medio de comunicación escrito de Ecuador, y luego de su exposición ante los jueces, obtuvo de la Corte Provincial de Justicia de Guayas, una sentencia a su favor, digna de ser olvidada. Enjuició a dos periodistas por haber escrito un libro, y los jueces aceptaron sus argumentos, y fueron sentenciados. Es decir, donde pone la mira, obtiene el resultado previsto. Realmente, tiene una gran visión abogadil.
El personaje al que me refiero y que propongo como candidato a un doctorado honoris causa en Derecho, es el ciudadano que usted está imaginando. Actualmente es un “cuasi” abogado de los tribunales de la República, hombre influyente en las cortes ecuatorianas.