El Gobierno dijo que fue una semana histórica para la política exterior ecuatoriana, pero pensémoslo dos veces. De los tres hitos mencionados: 1) la sentencia en La Haya contra Chevron; 2) la decisión de la Fiscalía sueca de tomar declaración a Assange en la Embajada ecuatoriana; y 3) la unánime condena de las sanciones de Obama a Venezuela, solo el primer caso es una victoria para los ecuatorianos.
Los otros dos son victorias pírricas para actores que nada tienen que ver con el bienestar de este país y, ni siquiera con el bienestar de las mayorías en otros países. Entonces ¿a quién beneficia esta política exterior? La respuesta se vuelve cada vez más paradójica. En el caso de Chevron es innegable que los indígenas y pobladores amazónicos afectados por la contaminación del consorcio Chevron-Texaco merecen ganar algún día su batalla, pero es también necesario decir que su lucha hubiese sido mucho menos cuesta arriba de no haber intervenido el Gobierno de Alianza País antes, durante y después de la campaña “Mano Sucia”.
Tal vez en el Ecuador de hoy –abrumado con propaganda estatal donde las imágenes y jingles se entremezclan en todos los poderes del Estado- ya no se vea como un problema, pero en países más institucionalizados, el hecho mismo de una campaña publicitaria pagada por el Ejecutivo sobre temas de la Función Judicial ya sería un escándalo. No me imagino al Primer Ministro holandés haciendo una campaña de propaganda sobre la idoneidad de La Haya o sobre un litigio legal ventilándose en las cortes de su país. A más del gasto insensible con el país, la campaña misma se ha vuelto una prueba en contra del Estado ecuatoriano. Lo hubieran pensado dos veces.
Lo segundo es igual de serio. Por mucho que ciertos progresistas del mundo hayan saludado el asilo a Julián Assange, es innegable que ese ha sido uno de los peores disparos en los pies que se ha dado el Ecuador en este Gobierno. Después de la primera ola de apoyo a la persona que revolucionó la transparencia en Internet con Wikileaks, lo único que obtuvo el Ecuador es mala prensa. No hay reporte de prensa en el mundo en el cual no mencionen que Assange se asila en un país conocido por limitar el derecho a la información y a las opiniones diferentes.
Pero lo más trágico de todo esto es que Assange está acusado de asalto sexual, no de robar secretos de Estado como Edward Snowden, donde el argumento de la persecución imperial tenía algún asidero. Hasta ahora no hay un solo auto procesal contra él en EE.UU. Nadie se puso a pensar que Assange repitió el libreto machista de abusar de su popularidad para obtener favores sexuales y quedar impune en el intento, sino lean a Andrew O’Hagan. Lo hicieron Bill Clinton, Bill Cosby… la lista es larga. ¿Y si las mujeres suecas dicen la verdad? Como siempre, eso poco importa.
Al final, la Cancillería ecuatoriana fue puesta al servicio de un posible predador sexual, sin beneficio de inventario. Tampoco lo pensaron dos veces.