El comandante había tenido largas y frecuentes ausencias, se estaba haciendo ya prescindible, cuando apareció en la inquietante despedida, con el rostro hinchado y la mirada ausente. Se había despedido otras veces, pero en esta ocasión lo hizo como si no fuera a volver, echando sobre los hombros de Nicolás Maduro el manto del poder. Todos los posibles sucesores, desde familiares hasta militares, guardarán los cuchillos hasta que empiece la verdadera batalla por la sucesión. Todos ahora, llorosos, dan muestras de tristeza y hacen juramentos de lealtad, comenzando por el designado que juró sería leal “hasta más allá de la vida”.
Las anodinas elecciones de gobernadores de mañana en Venezuela cobraron una importancia inusitada. En el Estado Miranda se enfrentan, más que dos candidatos a la gobernación, dos candidatos a la sucesión. Si gana Henrique Capriles será el candidato más fuerte para la sucesión por los partidos de oposición; si gana Elías Jaua, se convertirá en otro aspirante a la sucesión por el chavismo.
La disputa por la sucesión ha sido aplazada con la designación de heredero político dentro del país, pero habrá también una disputa por la sucesión en la Alianza Bolivariana. Rafael Correa parece ahora el más fuerte candidato a líder regional. Será, en todo caso, poco aconsejable la repetición del estilo Chávez. Su liderazgo escandaloso y alborotador no llegó a merecer respeto internacional. Era considerado vocinglero y ordinario, basado solo en el derroche de los recursos petroleros y en una retórica antiimperialista de otros tiempos.
El estilo Chávez fue replicado por sus aliados. Se caracteriza por dispendio de recursos públicos, menosprecio por las denuncias de corrupción, reparto generoso de subsidios y bonos, persecución a la prensa y adversarios, uso de la maquinaria estatal en elecciones desiguales y control de la justicia con la designación de jueces serviciales. Estos últimos días todavía se podía ver en los diarios de Venezuela la carta de Ramón Eladio Aponte, en la cual confiesa que dispuso la condena de unos comisarios a 30 años de prisión, por orden directa del comandante Chávez. Se ha publicado el libro de la jueza María Lourdes Affiume, ‘ La Presa del Comandante’, en el cual revela que fue violada en la cárcel. Ahora tiene arresto domiciliario; fue condenada a 30 años de prisión, a pedido de Chávez, por haber dictado libertad condicional a favor de un banquero. Parece inverosímil que un personaje con estos antecedentes sea aclamado, pero la tristeza por su doloroso final parece genuina. El y sus réplicas latinoamericanas son un fenómeno nuevo, gozan de inmunidad; el pueblo no les atribuye a ellos los problemas nacionales sino a subordinados corruptos o ineptos.