Hace poco más de una semana, los argentinos decidieron darle un voto de confianza a su gobierno que había asumido apenas hace 22 meses. Estos resultados tienen particular importancia. Al cabo de décadas un grupo distinto al peronismo gana a nivel nacional y triunfa en cuatro de las mayores provincias, desplazando a fuerzas que habían sido hegemónicas en esos espacios, en los que los caudillismos locales mandaban a sus anchas. Al parecer, el discurso oficial ha calado en buena parte de la población.
En estos meses de gobierno, fruto del descalabro heredado de la década kirchnerista, la inflación cedió pero no lo esperado. La economía aún resentía del desgobierno pasado; poner en orden las cifras y a la vez avizorar atisbos de recuperación se tradujo en una tarea descomunal.
Los efectos de la corrección del rezago cambiario, la revisión de tarifas públicas so pena de poner en riesgo que el sistema colapse por falta de inversión, habían puesto a la economía bajo observación y los electores estaban sintiendo los efectos de esas medidas en sus bolsillos. Pero, a la par, el Gobierno no desmanteló el sistema de ayudas a buena parte de la población en precaria situación económica, ni realizó ajustes desmedidos que afectasen a las capas de menores ingresos. Y lo fundamental, declaró cero tolerancia a la inseguridad y al narcotráfico, enviando el mensaje que nada estaba haciendo más daño a la sociedad que la niñez y la juventud arrebatada por ese negocio maldito.
Adicionalmente, la sociedad escandalizada por las muestras de corrupción acaecidas en el gobierno anterior que ha tocado las puertas de la ex familia presidencial, ha visto con agrado que existe una forma diferente de gestionar lo público. Así mismo ha repetido incansablemente que el gobierno, a diferencia de sus antecesores, no influirá en las decisiones de la justicia y los hechos parecen confirmarlo. Ha sido esta última la que ha dado pasos relevantes, para poner tras las rejas a quienes a través de procedimientos amañados se encargaron de saquear los fondos públicos.
Esto para una sociedad con alto nivel crítico ha sido un elemento suficiente para otorgar su respaldo, que se ha traducido en el apoyo en las urnas. El triunfo es de ese segmento de la población que busca devolver al país patagónico su grandeza fortalecida en instituciones que, otrora, eran un referente para la Región. Aquella que tenía como ejemplo a la educación y salud públicas, en donde existía un alto grado de vocación y compromiso con la tarea desarrollada. Esos espacios que se deterioraron con la llegada de las hordas populistas que se apoderaron de todo, con la ambición de perennizar un “proyecto” de dominación y sometimiento.
Gran parte de los argentinos han dicho basta y se esperanzan con un proyecto que intenta retomar la senda que en algún momento extraviaron. Los pasos han sido graduales pero firmes, a sabiendas que los enemigos de la modernidad acechan por doquier a la espera del menor resbalón para intentar ir por el botín que se les escurrió de las manos.