A mí no me lo contaron. Lo viví. Pero lo que yo pasé y conmigo mis hijos, hasta el punto de que ninguno de ellos quiso regresar al Ecuador por temor a que me pase algo, no se compadece ni de lejos lo que pasaron amigos, ex colegas, conocidos a quien quiero y respeto o, los más de 850 líderes indígenas y activistas sociales criminalizados por protestar con acusaciones de ataque y terrorismo.
La excusa de “ya tenemos carreteras” se tornaba un mal chiste cuando sabías de primera mano que tantos amigos y gente humilde dejaron de caminar tranquilos esas mismas obras faraónicas, que perdieron su posibilidad de hablar con libertad y sin temor a ser grabados, acosados o eliminados como el general Gabela o Bosco Wisuma.
Ni siquiera los más grandes pensadores de izquierda se salvaron. Para mí fue particularmente doloroso ver cómo mi mentor y amigo, Manuel Chiriboga, el más grande agrarista y economista político que ha tenido el Ecuador, en los últimos años de su cáncer terminal tuvo que resistir incesantes insultos en sabatinas y fuera de ellas a su carácter, a su trabajo, y encima pasar años lidiando con la forma de acoso preferido del correísmo: acusaciones incesantes del SRI. En su infinita bondad, él nunca se quejó ni a su familia.
Hacía de tripas-corazón para ayudar en lo que podía -a veces ad honorem – a ministerios como el de agricultura o comercio a pesar de la constante insidia. La sorna y el abuso elevados a política de Estado. Luego el turno le llegó a Jorge León, también histórico intelectual de la izquierda, y lo que me siento particularmente responsable por haberlo recomendado como articulista de este Diario. Porque desde que empezó a escribir, fue sistemáticamente acosado, canceladas las consultorías de las cuales vivía y hasta sus clases, justo en momentos en que más lo necesitó pues le habían detectado cáncer terminal. La imposibilidad de trabajar le condenó a migrar a Canadá para poder acceder a tratamiento médico. ¡Ah, la banalidad del mal! La derecha nunca llegó a hacer tanto daño a las personas como el supuesto progresismo de Correa y el correísmo, cuya personalización de la política se volvió temeraria y fascistoide. Y no ha habido ni acto de contrición ni propósito de enmienda del líder de la persecución implacable o de su candidato, todo lo contrario.
La política debe siempre actuar sin resentimientos o personalizaciones, pero eso no significa tener la memoria frágil y mucho menos liviana para pretender que los dos candidatos son equiparables. Es un insulto a la inteligencia no darse cuenta de que los nuevos populismos autoritarios triunfan precisamente porque son capaces de echar lodo sobre todos y contra todos, poner a todos en un mismo saco y polarizar hasta el punto de caricaturizar todo a base de mentiras y muy buen marketing, no crecimiento sostenido con justicia social. Como dijo Cicerón al purista Catón: Tal vez Pompeyo no sea mucho mejor que César, pero al menos con Pompeyo habrá república, con César todo estará perdido.